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lunes, 30 de julio de 2007

Ingmar Bergman - Biografía - 1918 - 2007

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Ingmar Bergman
Biografía - 1918 - 2007

Ingmar Bergman:
una mirada protestante
en el cine del siglo XX
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por Leopoldo Cervantes-Ortiz
Artículo publicado en Signos de vida, nº 34 [2005]
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Independientemente de si soy cristiano o pagano, trabajo en la edificación común de la catedral
porque soy artista y artesano, y porque he aprendido a formar de la piedra caras, miembros y cuerpos. (I.B.)

Ingmar Bergman

En la cinematografía mundial, el nombre del sueco Ingmar Bergman es sinónimo de rigor y expresividad, por lo que es uno de los autores que ha recibido mayor atención debido a la forma en que ha trabajado la problemática humana y a causa de sus inclinaciones metafísicas.
El clímax ocurrió en la década de los 60, cuando sus obras inundaban las salas y los cineclubes de todo el mundo. Ahora, las aguas han bajado de nivel y es posible una valoración de su trabajo con mayor perspectiva.
Procedente de una zona geográfica marcada por el luteranismo, Bergman, en palabras del historiador Román Gubern, expone "sus atormentados conflictos místicos y existencialistas en un virtuoso lenguaje tributario del expresionismo.
Heidegger, Kierkegaard, Sartre y Camus están presentes en la obra de este gran artista",1 y resume, al hablar de la hondura intelectual de este cine:
"Con Bergman tenemos la impresión de que las páginas filosóficas de Kierkegaard se han hecho imagen".2 Y hay que decir que otros grandes cineastas de esas latitudes, como Dreyer y Von Trier, han abrevado también en "las grandes alabanzas a la fe" del pensador danés.3
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Woody Allen, uno de sus más fieles seguidores, ha escrito lo siguiente:
"Bergman desarrolló un estilo para abordar el interior del hombre, y es el único director que ha explorado los campos de batalla del alma hasta el último confín.
Impunemente, ha escrutado con su cámara los rostros hasta perder la conciencia del tiempo [...] Ha encontrado un medio para mostrar el paisaje del alma".4

Bergman nació en 1918 en Uppsala.
Estudió literatura e historia del arte; su tesis fue sobre August Strindberg.
Dirigió los teatros de varias ciudades suecas.
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En 1945 filmó Crisis, su primera película, y más tarde escribió guiones para otros realizadores. Largo fue el camino que siguió para encontrar su forma de expresión, pues aunque hizo cine en esos años, junto con su labor teatral, que nunca abandonó, fue hasta mediados de los años 50 cuando recibió la atención de la crítica internacional.
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Según Raúl Liébana, su filmografía se divide, temáticamente, en tres etapas:
una primera donde aparecen distintas comedias que dibujan un mundo muy personal acerca de la pareja y el matrimonio; empezaría con Crisis y llegaría hasta 1956 con El séptimo sello. La prisión (1948) contiene algo así como un sumario de lo que vendrá. Desde allí, hasta Persona, sería la mejor etapa de Bergman. Logra un perfecto dominio de la técnica y adquiere una fuerte personalidad.
Aquí aparecen sus grandes trabajos sobre preocupaciones religiosas y metafísicas, así como indagaciones varias: el vampirismo intelectual, la lucha contra el destino y el papel del intelectual en el mundo, entre otras. La tercera y última sería la que abarca desde Persona (1966) hasta Fanny y Alexander (1982), trabajo totalmente autobiográfico.
Realiza verdaderas y auténticas obsesiones pues experimenta con filmes como El huevo de la serpiente (1977) y Sonata de otoño (1978), entre las más consistentes.5
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Su más reciente trabajo es Zarabanda (2003), para la televisión.
Además, escribió varios libros de memorias noveladas que han llegado al cine gracias a otros directores: Bille August (Las mejores intenciones, 1991), su hijo Daniel (Niños del domingo, 1992) y su ex pareja Liv Ullmann (Confesiones íntimas, 1997). Linterna mágica e Imágenes reúnen sus recuerdos cinematográficos.

Si Buñuel y Bresson representan, por así decirlo, la presencia católica entre los grandes directores, Ingmar Bergman sería "la mirada protestante", por lo que se le asocia, como un lugar común, con uno de los temas más intensos de su obra: la búsqueda de Dios.
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Sus más famosas películas sobre el tema son El séptimo sello (1956) y la trilogía que lo aborda con mayor fuerza: A través de un vidrio oscuro (1961), Luz de invierno (1962) y El silencio (1963), las cuales se revisarán aquí.
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Otros títulos memorables entre sus más de 40 películas son: Fresas salvajes (1957), Persona, Gritos y susurros (1972), Secretos de un matrimonio (1973), El huevo de la serpiente y Fanny y Alexander.
Sonrisas de una noche de verano (1955) lo hizo famoso internacionalmente, pero El séptimo sello lo proyectó como un autor de gran categoría.
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Incluso, como señala Alfredo Garmendia:
"Esta preocupación por la existencia de Dios creó en su momento la idea de Bergman como un director de cine religioso, a pesar de que su preocupación por el tema ocupa fundamentalmente sólo una parte de su extensa obra, más centrada, en todo caso en la actitud del hombre ante una muerte inevitable que condiciona toda la vida".6

Algunos críticos subrayan el pesimismo que reflejan sus cintas y encuentran una relación muy simplista entre su origen escandinavo y su perspectiva religiosa.
Bergman perdió la fe en 1936.
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Luego de enamorarse de una chica judía que murió en un campo de concentración, se escandalizó por la indiferencia de los creyentes ante estos hechos e interrogó a su padre, un pastor luterano, sobre el interés de Dios en los amores juveniles, a lo que aquel le respondió que Dios tenía cosas más importantes en qué preocuparse.
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Bergman dijo: "Entonces a mí ya no me interesa Dios".

Donald J. Drew resume así los aspectos religiosos de este cine:
"Para Bergman, Dios está muerto; por lo tanto, Dios está callado. Es decir, Dios nunca existió y el hombre está solo. Lógicamente esto genera una Náusea y una Angustia ante la Muerte porque hay algo en el hombre que clama pidiendo un sentido, un propósito y humanidad.
La desesperación resultante, tal como lo ve Bergman, lleva a la auto-autentificación en una continua búsqueda de realidad".7 Agrega que sus temas recurrentes son la búsqueda de una auténtica revelación y de relaciones humanas satisfactorias, y cita una entrevista con Bergman en la que afirma: "La única cosa con la que podemos y debemos enfrentarnos en el arte dramático es los temas éticos".8
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Charles Möeller, por su parte, afirma: "Los personajes de Bergman no logran conciliar la imagen del Dios bueno del que habla la religión con la realidad inhumana de un mundo dominado por la violencia, la amenaza de guerra, la injusticia y la soledad.
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Viven el conflicto entre el Dios de la liturgia luterana —un Dios de gloria, de bondad, de luz— y la imagen del Cristo torturado, imagen de sufrimiento que, invariablemente, confronta a cada uno de nosotros".9

1 R. Gubern, Historia del cine. Barcelona, Lumen, 1989, p. 322.
2 Ibid, p. 402.
3 M. Bidau, "Fe y religión en el cine nórdico", en www.temakel.com/cinenordico.htm.
4 W. Allen, "Vida de un genio", en La Jornada Semanal, supl. de La Jornada, nueva época, núm. 433, 22 de junio de 2003.
5 R. Liébana, "Ingmar Bergman: celuloide obsesivo", en www.tijeretazos.net/Acrobat/IngmarBergmanCeluloide obsesivo.pdf, p. 1. Cf. A.M. Torres, Diccionario de directores de cine. Madrid, Ediciones del Prado, 1992, pp. 33
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