Carlos Garcia - Entrevista - Año 2004
El pianista y director Carlos García cumple hoy 90 años.
Su actividad profesional comenzó en la orquesta de Roberto Firpo, en 1926.
La historia de su vida se expone en hileras de fotos autografiadas por los músicos a los que García conoció: Francisco Fiorentino, Aníbal Troilo, Carlos Gardel, Argentino Ledesma, Alberto Marino, Rubén Juárez, Roberto Goyeneche, María de la Fuente, Mercedes Simone, Ranko Fujisawa —según su entender, la de una mujer no argentina que canta bien el tango— y Roberto Grela, entre otros.
García hizo jazz con la Hawaiian Serenaders y creó los más exquisitos arreglos para piano del folclore argentino que fueron tocados en el Auditorium de Radio Municipal en el 63 y 64 y recopilados por el sello Melopea.
Desde 1980 dirige la Orquesta de Tango de Buenos Aires junto a Raúl Garello.
"El hombre es lo que deja —dice—; el hombre o la mujer, por supuesto. Necesitaría quince años más para mejorar lo hecho hasta ahora. La orquesta tiene un buen nombre, el teatro está siempre lleno. Yo les digo a los muchachos: estos son nuestros patrones, los ciudadanos de Buenos Aires.
Es un premio porque yo puedo escribir todo lo de la orquesta y saber si lo hago bien o mal cuando lo ensayo. Si suena mal, es mi culpa. El asunto es hacer las cosas bien.
Fresedo, Di Sarli, D'Arienzo, Salgán son orquestas diferentes pero todas son tango. Y del bueno".
--¿Le gustaba D'Arienzo?
-Había que tocar muy bien para estar ahí. Tenía una sincronización perfecta, pero a mí me aburría, me parecía monótono. Aunque hay que reconocer que el tipo que bailaba percibía algo que nosotros no percibimos. No sé muy bien qué sentía, pero D'Arienzo tenía fanáticos.
--¿Le interesa el tango como danza?
-Sí, me gusta. Hace poco me hicieron un homenaje y me encontré con una verdad vieja: no se habla cuando se baila, no se baila para otros, sino para uno mismo. El hombre crea y la mujer interpreta, pero en silencio, eso es lo más lindo.
--¿Cómo ve este regreso del tango?
-El tango no regresa, estuvo siempre. Nómbreme una música que se le parezca. Ninguna. El tango es único, entonces cuál es el problema, sólo hay que disfrutarlo. Hay tangos que tienen 80 años y se venden, suenan bien, no hay nada que agregar. No hay que sumarle impresiones de otros géneros, esas cruzas son sólo negocios. Lo que dejó la década del 20 con De Caro es un patrimonio para que lo utilice cualquiera, con sensibilidad.
--¿Conoció a Julio De Caro?
-Sí, por ahí está la foto. Iba a verlo al cine Monumental cuando tocaba su sexteto; dejaba a la gente con el pecho henchido. Yo conocía a toda la familia porque vivía en la calle México al 2000 y era vecino de su conservatorio.
--Tenía 16 años cuando empezó con Firpo. ¿Cómo fue ese comienzo?
-Todo viene al hombre como el mañana; recuerdo siempre este aforismo cuando pienso en mi encuentro con Firpo. Yo iba caminando con un amigo músico por la calle Entre Ríos, cerca de Radio Nacional, cuando vimos que Firpo se bajaba del tranvía. Nos acercamos a hablarle y al día siguiente me estaba probando para tocar en su orquesta. Fue una casualidad. Todo viene al hombre, uno cree que es uno el que va pero son las cosas las que vienen. Firpo necesitaba que yo le escribiera la música, él había tenido estudios precarios pero era músico por naturaleza, era muy fino para la época.
--Después incursionó en el folclore y en el jazz. ¿Fue una búsqueda premeditada o, también, simple coincidencia?
-Cuando se cortó el trabajo con Firpo, llamé a D'Arienzo porque me enteré de que necesitaba un pianista. Pero él ya había llamado a Polito. Yo sabía que Polito tenía mucho trabajo así que fui a hablarle, le pedí que me pasara lo que ya no pudiera atender. Ahí empecé a trabajar con Martínez Ledesma, la Serranita, el cuarteto de Franco, y un cabaré, el Imperio, en Maipú y Lavalle.
No había hecho nada de folclore cuando empecé con Martínez Ledesma; y tuve que debutar sin ensayar. Fue un dúo de bastante éxito. No se escuchaba mucho folclore en Buenos Aires en esa época, pero qué lindo es. Le voy a decir una cosa: nadie hace bien un género que no haya mamado. El jazz argentino no existe, como no existe el tango norteamericano.
--Crítico, asegura que "hoy hay mucha mentira y poco canto".
Y reflexiona: "Pocos cantan como Gardel ¿Sabe por qué era bueno Gardel? Yo le voy a explicar: nunca trabajé con él pero me lo cruzaba siempre porque la orquesta de Firpo tocaba antes que él en Radio Nacional. Cada vez que terminaba de cantar decía: 'Qué hermosura de tango, lo cantaría toda la vida'.
Por eso cantaba bien, porque sentía lo que cantaba, creía lo que decía la letra y se enamoraba de la melodía.
Una vez, Pichuco paró un ensayo y le dijo a la cancionista: si vos querés a un muchacho, ¿se lo decís a los gritos? Ese era un maestro.
Yo creo que Los Beatles le hicieron creer a la gente que cualquiera puede cantar.
--¿Cómo vivió los tiempos de la revolución de Piazzolla?
-No lo padecí. Creo que hay que comprender que él había pasado su juventud en Estados Unidos, no se puede pretender que dejara afuera lo que había vivido, que no lo metiera dentro de sus tangos. El hizo lo que le nacía, fue sincero.
Y en esa época ya no pasaba gran cosa con el tango, así que no había mucho que discutir.
Había a quien no le gustaba Piazzolla pero rezongaba solo.
Por Sandra de la Fuente
Para CLARIN
http://old.clarin.com/diario/2004/04/21/c-00501.htm
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