Teatro y tango, antigua relación
Actores, cantantes y músicos compartieron producciones y carteleras en la escena teatral.
Desde los albores del siglo XX, el surgimiento del teatro popular argentino tuvo relación con la propia gestación del tango.
Existen testimonios fehacientes y por demás interesantes al respecto.
Hugo Gregorutti
http://www.eldiariodeparana.com.ar/textocomp.asp?id=117152El 27 de marzo se celebra el Día Mundial del Teatro, declarado en 1961 en España por el Instituto de Teatro Internacional como reconocimiento al importante papel que puede representar esta expresión cultural en la vida de espectadores, productores, artistas, etc.
Alguien definió que “el teatro es el padre de todas las artes” y su relación con el tango es muy amplia, tema que abordamos hoy.
Jorge Luis Borges escribió:
“El tango es hijo de la milonga montevideana y nieto de la habanera. Nació en la Academia San Felipe, galpón montevideano de bailes públicos, entre compadritos y negros; emigró al bajo de Buenos Aires y guarangueó por los Cuartos de Palermo (donde lo recibieron la negrada y las cuarteleras) y metió ruido en los peringundines del Centro y de Montserrat, hasta que el teatro nacional lo exaltó”.
OPINIONESSobre la relación del teatro con el tango en cuanto a la génesis de este último, Osvaldo Pellettieri en su libro Cien años de teatro argentino, al referirse al sainete, a través de sus diversas fases evolutivas, señala la
“presencia de la música y las canciones como un elemento unificador y destinado a darle variedad al espectáculo”, lo cual estaría legitimando la tesis de que el tango ya existía cuando la cultura teatral cobraba dimensión popular.
A su vez, aunque quizás no haya sido su intención, Borges atribuye al teatro una función de legitimación social interesante, en la medida en que plantea una alternativa a los pocos convincentes argumentos de la importación del tango como moda francesa.
A su vez, para los que reivindican parentescos con géneros españoles, la obra La Verbena de la Paloma hizo de modelo sobre la cual autores argentinos montaron nuestros propios personajes, conflictos y, por supuesto, nuestra música.En el marco de la ola inmigratoria durante la primera parte del siglo XX, en la relación teatro-tango se desprende que hubo algo más: los argumentos teatrales prefiguraron los del tango, hicieron de matriz en su penetración en el gusto y el imaginario popular.
PILARESEl crítico teatral Carlos Rodríguez Moreno puntualiza tres momentos fundacionales del tango vinculados con el teatro, ejemplos que podrían multiplicarse.
-En 1889, Juan Moreyra ofreció al público la primera milonga que se bailó en los escenarios del Plata, en la pista del circo de los Podestá, en Montevideo.
-El 8 de enero de 1914 debutó el dúo Gardel-Razzano en el Teatro Nacional de la calle Corrientes, como cuadro final de la compañía Ducasse-Alippi.
-El 26 de abril de 1918 fue reestrenado el tango Mi noche triste (que ya había sido interpretado por Gardel en el Teatro Esmeralda —hoy Maipo— en 1917) en el sainete Los dientes del perro (de J. González Castillo y A. Weisbach) presentado por la compañía Muiño-Alippi en el antiguo Teatro Buenos Aires, cantado por Margarita Poli, acompañada por la orquesta de Roberto Firpo.
GARDEL ACTOREl enorme éxito de dicha obra se debió en gran parte a la inclusión del tango de Castriota y Contursi, que se consagró así definitivamente y sigue siendo el máximo referente del tango canción.
Por su parte, Gardel se sintió atraído fuertemente por el teatro, y nació allí su deseo de ser también actor.
La última vez que El Zorzal pisó un escenario de Buenos Aires fue el del Nacional, a mediados de 1933, como figura central de la revista De Gabino a Gardel (libro de Ivo Pelay).
El cuadro final estaba dedicado por entero a su canto, acompañado por los guitarristas Pettorossi, Barbieri, Riverol y Vivas, y se titulaba Gardel, el tango hecho carne.
En síntesis: fue muy evidente la relación entre Gardel y el teatro, física, afectiva y funcional.
MÁS EJEMPLOSSimultáneamente con la epopeya gardeliana, marcaba su destino otro de los protagonistas ineludibles de la historia del tango, y lo hacía también entre el teatro y la canción, aunque con distinto dosaje.
Enrique Santos Discépolo fue, fundamentalmente, un hombre de teatro.
“Yo nunca dejé de ser actor”, afirmaba. A la sombra de su hermano Armando, se formó en la escena, se nutrió y fogueó su personalidad, adquiriendo esa particular óptica de ver el mundo, que hizo inconfundibles a sus tangos.
Entre Alberto Vacarezza —pionero del teatro sainetero y letrista de tangos famosos— y Discepolín, sorprende el listado de notables que diversificaron su empeño entre la creación teatral y la autoría tanguera:
Luis Bayón Herrera, Edmundo Bianchi, Héctor P. Blomberg, Roberto Cayol, Pascual Contursi, Raúl de los Hoyos, José González Castillo, Alfredo Le Pera, Samuel Linning, Enrique Maroni, Ivo Pelay, Manuel Romero, Elías Alippi, Francisco Bohigas, Antonio Botta, Carlos Lenzi y muchos más, cuya vigencia en este fenómeno de continuidad autoral entre teatro y tango se extendió casi hasta los años ‘50.
Sin ignorar las razones propias del carácter de industria cultural que tuvieron aquellas producciones, todo ese proceso, visto desde el presente, es difícil calificarlo con otro término que no sea crisol. Palabra que mejor define la función que el teatro cumplió en el período de nacimiento y consolidación del tango.
Hoy, a tantos años, estos hechos cobran nuevamente trascendental importancia dentro de la cultura popular argentina.
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