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Rubén Juárez
No sólo por su aplomo y la sutileza de su voz -que mantiene en buen nivel pese al transcurrir de los años-, Rubén Juárez es un intérprete con vigencia en la consideración del público: continúa grabando y con nuevos proyectos de trabajo.
Para situarnos en contexto, a este vocalista y ejecutante cordobés le tocó abrirse paso en la escena porteña en una época especial y difícil para el tango.
Era una generación intermedia priorizada por una ecléctica musical que combinada el folclore, Los Beatles y el rock nacional.
Julio Sosa resistía casi en soledad y, tras su trágica muerte en 1964, el escenario tanguero estaba sin figuras vocales de atracción.
Una excepción era el Polaco Goyeneche tratando de llevar la parada, y, por otro lado, la promisoria aparición de una actriz que se iniciaba en el canto: Susana Rinaldi.
Detrás de ellos, los grandes solistas que brillaron en el ‘40 intentaban sobrevivir con dignidad y, más allá, la nada o muy poco. Incluso algunos cantores, como Raúl Lavié, se volcaron a la nueva ola.
El poeta Héctor Negro, en Los Grandes del Tango, escribía sobre Rubén Juárez:
“Cuando se produjo su aparición en el gran escenario tanguero, hubo algo así como una celebración, tanto de viejos y nuevos devotos del género, como de autores de varias generaciones y distintas expectativas; difusores, comentaristas, músicos, gente...”.
Ampliando esa visión, Negro afirmaba: “Es uno de los raros casos en que un joven y nuevo fue aceptado sin resistencias, casi unánimemente, y reconocido como cantor de promisorio futuro. Sus condiciones no dejaban dudas; su fuerza interpretativa, su presencia y personalidad fueron contundentes, tanto como esa simpatía y ese ángel que suelen resultar imprescindibles para ganar”.
Lo cierto es que el nombre de Rubén Juárez entró a sonar gratamente en el ambiente. Era una voz que estaba haciendo falta. Además tocaba el bandoneón al unísono, y lo hacía bien. Esto le confería un rasgo singular y atrayente.
Superó airosamente la prueba del disco. Se jugó con temas nuevos y demostró que se podía lucir también con los clásicos.
Jorge Rubén Juárez nació en Ballesteros (Córdoba) el 5 de noviembre de 1947.
Tenía todos los tics del tanguero: le gustaba la noche, los bares, la bohemia y se ganó un apodo a la medida: El bandoneón que canta.
Es músico, ejecutante, cantante, autor, director, actor y productor artístico.Tenía sólo dos años cuando su familia se mudó a Avellaneda (ya mayor, volvería a vivir en su provincia) y en 1956 participó como bandoneonista en la orquesta típica del Club A. Independiente.
Tiempo después, al ganar un concurso de cantores organizado por una cantina de barrio, conoció al guitarrista Héctor Arbelo, quien había acompañado a Julio Sosa. Juntos realizaron giras por las provincias y en una de ellas conoció a Horacio Quintana (ex cantor de Lucio Demare), devenido en representante de artistas, quien avizoró las cualidades del joven vocalista.
Esa relación le abrió las puertas al más importante escenario porteño del momento, Caño 14, y la posibilidad de grabar.
El 2 de junio de 1969 registró para el sello Odeón el tango Para vos canilla (A. y J. Gutiérrez).
En los ‘70 fue convocado por Pipo Mancera para el entonces más popular programa televisivo, Sábados Circulares.
De golpe al éxito. Viajes al exterior; grababa un LP por año; en 1978 ganó el primer disco de oro; presentaciones en la televisión española, en el Trattoirs de Buenos Aires de París (1981) y en Estados Unidos.
Una de sus actuaciones en la capital francesa, en 1992, coincidió con la muerte súbita de un grande: Atahualpa Yupanqui. Viajero permanente, heredero en Europa del circuito musical de Piazzolla, ha representado al tango en muchos escenarios internacionales, compartiendo carteleras con Joan Manuel Serrat, Enrique Morente, Alberto Cortez, Carlos Do Carmo, entre otros.
Ha cantado con músicos de renombre internacional y con la sinfónica de Helsinski.
En nuestro medio, Rubén Juárez tuvo el privilegio de ser acompañado por formaciones dirigidas por grandes músicos, como Carlos García, Pontier, Garello, Grela, Colángelo y Leopoldo Federico.
Lleva grabados más de 20 placas y DVDs.
En su condición de creador de espectáculos musicales en teatros y cafés concerts, Juárez produjo: Mi bandoneón y yo, con la actuación de Eduardo Rudy; Cosas de negro y Cantame la justa, con Raúl Lavié; Cantata en negro y plata y Zorzales de exportación, con Chico Novarro; Tango Bar, con Raúl Juliá y Valeria Lynch;
El tango en Broadway. Homenaje, con su hija Lucila y variado elenco, en el cual rinde tributo -entre otros grandes- a quien fuera su padrino artístico, Aníbal Troilo.
En el plano interpretativo, su versión del antiguo tango Dandy (Irusta y Demare) es una verdadera recreación. Otras personales versiones han sido su tema Mi bandoneón y yo; el dramático Pasional (Caldara y Soto), la nostálgica pintura campera de González Castillo en El aguacero, y el romántico Mañana iré temprano (Francini y Bahr ), entre otros aciertos.
Pero su obra cumbre en el disco, ha sido Café La Humedad, de su amigo Cacho Castaña, con estupendo acompañamiento musical de Raúl Garello.
Su obra como compositor es interesante pero de disímil calidad. Se destacan:
Mi bandonéon y yo y Que tango hay que cantar (con Cacho Castaña -1986).
Además, compuso: Toco y me voy, Se juega, Pedro Esperanza, Después del ensayo, Vientos del ’80, Mi tiempo feliz, El segundo violín, Tiempo de madurez, Cuestión de ganar y A tres bandas (todos con Juan C. Tavera, años 80/90) y Candombe en negro y plata (con Chico Novarro-1982).
A muchos tangueros despierta recelos lo que hace Rubén Juárez, cantar y tocar el bandoneón al mismo tiempo... y bien.
“No he visto muchos casos que lo hagan en forma profesional. Si te falta la voz te queda el bandoneón, me dicen algunos. Y yo les pregunto: ¿Y si me faltan las manos? Hacer las dos cosas es salirse de los cánones, pero es un privilegio porque puedo reunir la voz y el alma del tango”, explica el artista.
Alguna vez se quejó, en un reportaje a un matutino porteño, después de 35 años de trayectoria: “¡Si me quieren premiar, prémienme ahora, en vida, déjense de joder!”
Parece que tomaron nota, porque desde 1995 recibió numerosas distinciones, como por ejemplo cuatro premios Konex (de platino y diplomas al mérito) en el rubro Cantante masculino de tango.
Rubén Juárez era dueño del mítico Café Homero, en Palermo Viejo. “El sueño del pibe de cualquier artista es tener su boliche propio, pero después...”. Aludía tácitamente a las trasnochadas y comilonas, que lo llevaban por mal camino.Con la respiración a veces contenida y la sensación de estar agitado cuando cantaba, dijo basta.
En 2005 decidió venderlo y piantarse a sus pagos. “En mi casa de Carlos Paz me salvé”, admitiría después.
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Hugo Gregorutti
http://www.eldiariodeparana.com.ar/textocomp.asp?id=132480
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