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martes, 16 de enero de 2007

El día en que Piazzolla conoció a Stravinsky

El día en que Piazzolla conoció a Stravinsky

Nueva York, año 1959: una semana muy particular .
El escritor, periodista y diplomático argentino Albino Gómez tuvo el
privilegio de ser quien presentó a Igor Stravinsky con Astor Piazzolla,
en Nueva York.

Albino nos recibió en su departamento de la calle
Uruguay, en Buenos Aires y lo que sigue es su relato de cómo Astor
Piazzolla conoció en Nueva York, la ciudad de su infancia y
adolescencia, al compositor de "La consagración de la primavera":
"En 1959 yo estaba en Nueva York como secretario de embajada en la
misión argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
A Piazzolla lo había conocido el año anterior, en 1958, en oportunidad de
mi primer viaje a Nueva York. Nos habíamos hecho rápidamente amigos por
el fervor que yo tenía por su música. Vivíamos en dos sectores distintos
de Nueva York, él en el oeste y yo en el este; de manera que cruzábamos
el Central Park para visitarnos.

El vivía con Dedé, Diana y Daniel.

En esa época también estaban en Nueva York, Juan Carlos Copes y el Mono
Villegas. El Mono era un personaje muy particular, venía seguido a cenar
a casa, pero era muy gracioso porque nunca podía estar sentado, hablaba
todo el tiempo, moviéndose de un lado a otro.
El y Piazzolla eran
también muy amigos y compartían los mismos gustos musicales.

El hecho es que un día, en mi trabajo, el embajador me dijo que yo tenía
que atender a Victoria Ocampo, que venía a Nueva York a promocionar el
Festival de Cine que se haría en Mar del Plata. Entonces la acompañé a
algunas entrevistas. Yo estaba realmente deslumbrado, ya que yo escribía
y estar frente a Victoria Ocampo, directora de la revista Sur, era para
mí muy importante.

Y fue así como, entre otras cosas, Victoria lo invitó
a Stravinsky y su esposa Vera -que vivían en California-, al Festival de
Cine y también a pasar una semana con ella en Nueva York. De manera que
yo estaba en la felicidad total, paseando con Stravinsky, su esposa y
Victoria Ocampo.

Stravinsky era un personaje gracioso, muy chiquitito,
esmirriado, dicharachero, locuaz, simpático y un poco amarrete, también.
Su esposa Vera era muy grandota, corpulenta.

Entonces me tuve que ocupar de organizar un cóctel en homenaje a
Victoria Ocampo, que se hizo en un club privado muy conocido: el
Metropolitan Club de Nueva York, en Quinta Avenida y la 60. De manera
que aproveché la cosa para invitar también a algunos amigos míos que
tuvieran que ver con el arte.

Por ejemplo al pintor Honorio Morales, a
Alcides Lanza, joven músico que había comenzado a trabajar en música
electrónica; al escritor Omar del Carlo, autor del texto para la ópera
"Proserpina y el Extranjero" (con música de Juan José Castro, obra que
había obtenido un importante premio musical internacional, por decisión
de un jurado presidido precisamente por Stravinsky); a Horacio Estol,
decano de los corresponsales argentinos en los Estados Unidos, y
obviamente, lo invité a Astor.

Lo llamé por teléfono y le dije que le iba a llegar una invitación de la
embajada para un cóctel en honor de Victoria Ocampo, en el cual le iba a
presentar, ni más ni menos, que a Igor Stravinsky.

Y entonces, claro,
era muy temprano a la mañana y él pensó que lo estaba cargando: "Dejame
de joder, tan temprano y ya haciendo chistes... dejame dormir...." No me
creyó, pero bueno, se comprometió a ir al cóctel con Dedé.

Se trataba de
una reunión de las llamadas "paquetas" y había gente muy importante del
medio artístico intelectual y político de los Estados Unidos. Estaban,
entre otros, Arthur Miller y Waldo Frank.

También habíamos invitado a
Marian Anderson, la famosa contraalto negra, pero allí nos llevamos una
desagradable sorpresa: dado que el Club se reservaba el derecho de
admisión, cuando entregamos los nombres de nuestros invitados con la
anticipación requerida, ella fue rechazada y tachada de la lista. Es que
en 1959 todavía había una fuerte discriminación racial en Nueva York.

Pasando al cóctel, yo estaba atento a la llegada de Astor. Ni bien lo vi
entrar, comencé a buscar a Stravinsky, a quien encontré rodeado de
admiradoras, hablando y desparramando simpatía por los cuatro costados.
Lo tomé de un brazo, cosa a la que él ya se había habituado después de
tenerme a su lado casi como un edecán durante una semana entera, y lo
llevé hasta donde me estaba esperando Astor. Me planté frente a él con
Stravinsky y le dije: "Bueno, acá lo tenés."

Astor se quedó temblando,
demudado, no le salía ni una palabra en inglés, ni en francés, ni en
nada. Entonces se lo volví a presentar, una vez más. Stravinsky muy
simpático, lo saludaba y Piazzolla, nada. Al fin, pudo articular unas
palabras y le dijo "maestro, yo soy su discípulo a la distancia", pegó
media vuelta y se fue, huyó despavorido.

Y es que, en realidad, Astor
era un tipo tímido, a pesar de toda esa cosa bravucona que él tenía ¿no?
Además, encontrarse frente a Stravinsky, bueno, te podés imaginar...

Después, en esa misma semana, logré que Astor pudiera ir a visitarlo al
hotel y que tuvieran un encuentro de media hora. Pudieron charlar
tranquilos de música y Astor le acercó unas partituras."

Sólo queda agregar que Piazzolla declaró en más de una oportunidad que
"La consagración de la primavera", de Stravinsky, fue su partitura de
cabecera durante sus estudios con Alberto Ginastera.

En 1953, Astor recibió el Premio Fabien Sevitzky por su "Sinfonía Buenos Aires"
y en1957 grabó en Montevideo "Tres minutos con la realidad", a la cual acaso
podríamos llamar "Le Sacre du Tango".

Por su parte, Stravinsky escribió
dos tangos a lo largo de su carrera: el primero está incluido en
"Histoire du soldat" (Historia del soldado), de 1918; el otro es de la
década del 40 y fue arreglado por Félix Guenther para la orquesta de
Benny Goodman.

Por esos años, Stravinsky ya vivía en Beverly Hills,
California. Entre los numerosos artistas que lo visitaban en su casa de
North Wetherly Drive, se encontraba también su amiga Nadia Boulanger,
con quien Piazzolla había estudiado composición en París.

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