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lunes, 2 de abril de 2007

El tango, melancólico testigo - Otoño y Gris


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El tango, melancólico testigo


------ Otoño y Gris ------





Hugo Gregorutti
http://www.eldiariodeparana.com.ar/textocomp.asp?id=117637#

En su extensa obra, Enrique Cadícamo abordó cuanto tema imaginable pudiera ser cantado.

Un poeta del sentimiento, Enrique Santos Discépolo, dejó esta frase filosófica:
“El tango es un pensamiento triste que se baila”.

En ese contexto, el gris otoñal porteño ha sido evocado en numerosas letras del cancionero ciudadano, impregnadas de melancolía.

El gris expresa el ánimo predominante en esa corriente literaria.

De ahí su preferencia por el atardecer, cuando los colores se esfuman y sólo queda la luminosidad intermedia entre el blanco y el negro, visión paisajística que simboliza el otoño porteño.

-Reflejo de su hábitat geográfico, la música del norte argentino, como el carnavalito y el takirari, es alegre acorde al colorido paisaje de su entorno.
-El folclore litoraleño expresa la convivencia entre río, sol y luna.
-El tango, en cambio, es triste porque su ámbito fue el arrabal y el puerto, con sus tonos grises, brumosos.

En Memorias Sudamericanas, Herman Keyserling nos catalogó como un pueblo triste. A excepción de la alegría, el tango ha expresado todos los sentimientos y, si bien hay letras sarcásticas y cachadoras, sus manifestaciones son más bien de burla y no alegres.

Como los simbolistas, los poetas recurrieron al gris, a la lluvia, a la niebla, al atardecer, al viento, al crepúsculo, al otoño, a las tinieblas y a la bruma, asociados todos ellos a la evocación y la nostalgia.

“Tango, melancólico testigo/ y único amigo de mi soledad” definía Vacarezza en su tema No le digas que la quiero, al que Delfino le puso música.

Amarrado al Recuerdo

Enrique Cadícamo apeló a esa temática en varias poesías.

“La historia vuelve a repetirse, mi muñequita dulce y rubia,/ el mismo amor la misma lluvia/ el mismo, el mismo loco afán./ quedate siempre me dijiste,/ afuera es noche y llueve tanto/ y comenzaste a llorar” (Por la vuelta).

“¡Niebla del Riachuelo!/ Amarrado al recuerdo yo sigo esperando./ De ese amor para siempre me vas alejando./ Llueve sobre el puerto, mientras tanto mi canción;/ llueve lentamente sobre tu desolación” (Niebla del Riachuelo).

Más de Cadícamo:

“Tras el ventanal/, mientras pega la llovizna en el cristal/ con tus ojos más nublados de dolor/ soñás un paisaje de amor” (Nunca tuvo novio).

“¡Qué noche llena de hastío y de frío!/ Solo y triste por la acera/ va este corazón transido/ con tristeza de tapera/ Garúa, tristeza./ Hasta el cielo se ha puesto a llorar”. (Garúa).

“Llueve en el suburbio/ Es la pena de estar solo en esta pieza o es la tarde cruel y fría/ que a mi gris melancolía/ la convierte en emoción” (Cuando tallan los recuerdos).



Tu Nombre Era María


Cátulo Castillo utilizó asiduamente el gris como un tono preferido para su poesía.


“¡Tu coche que pasó me salpicó/ su noche de fangal y lluvia” (Anoche).


“Cuando llueve en las noches su frío/ vuelvo al mismo lugar del pasado,/ y de nuevo se sienta a mi lado/ Betinotti, templando la voz” (Café de Los Angelitos).


“El farol de una cantina, la neblina del Riachuelo/ que ha tendido bajo el cielo como un pálido crespón” (Domani).


“Llega tu recuerdo en torbellino,/ vuelve en el otoño a atardecer,/ miro la garúa, y mientras miro,/ gira la cuchara de café”. (El último café).


“Un otoño de trajo ¡Tu nombre era María!,/ y nunca supe nada de tu rumbo infeliz/ Si eras como el paisaje de la melancolía,/ que llovía, llovía, sobre la calle gris”. (María).



La Lluvia y Soledad


José María Contursi empleó este recurso en su profusa producción poética.


“Como un fantasma gris llegó el hastío/ hasta tu corazón que aún era mío” (Cada vez que me recuerdes).


“¡Qué ganas de llorar en esta tarde gris!/ En su repiquetear la lluvia habla de tí/ Y hoy es tu voz que vuelve a mi/ en esta tarde gris. (En esta tarde gris).


“La noche que te fuiste,/ más triste que ninguna/ palideció la luna/ y se tornó más gris mi soledad./ La lluvia castigando mi angustia en el cristal/ y el viento murmurando:/ Ya no vendrá jamás” (La noche que te fuiste).



Metáforas


Homero Expósito, proclive a emplear sentido figurado en sus versos, escribió:


“Trenzas de color de mate amargo/ que endulzaron mi letargo gris” (Trenzas).


“Bajo el gris/ de la luna madura/ se pierde la oscura/ figura de un barco” (Cafetín).


“Fue en abril/ el año ¿para qué?,/ la tarde estaba gris, llovía aquí también/ un llanto de violín/ y un verso de papel” (Óyeme).


“Tal vez/ de tanto usar el gris/ te ciegues con el sol/ ¡pero eso tiene fin!” (Quedémonos aquí).


Homero Manzi abundó en la poesía descriptiva, evocativa y melancólica relacionada con el otoño y gris.


“Fui como una lluvia de cenizas y fatigas,/ en las horas resignadas de tu vida” (Fuimos).


“El viento de la tarde revuelve la cortina/ La pena del otoño agranda la neblina/ se cuela por la hendija de mi desolación” (Mi taza de café).


“Es tan triste vivir entre recuerdos./ Cansa tanto escuchar ese rumor/ de la lluvia sutil que llora el tiempo/ sobre aquello que quiso el corazón”. (Ninguna).


“Tendrá una caja blanca el último organito/ y el asma del otoño sacudirá su son” (El último organito).



Cerrazón de Nieblas


Otro gran letrista del tango, Carlos Bahr, se inclinó también por versos imbuidos de tristeza otoñal.


“Llora la lluvia del otoño/ sobre tu tumba y mi tristeza./ Hoy como nunca ¡estás tan sola!.../ Y yo vivo un otoño de amarga soledad”. (Mañana iré temprano).


“Afuera la llovizna modula su canción sentimental./ Vivamos corazón este momento,/ brindando por la dicha que se va.” (Una copa más).


A su vez, Luis Rubistein escribió:


“¿Qué rodar te cruzó en mi camino,/ cerrazón de nieblas, llantos y fracasos?...” (Amor).


“La tarde gris, tan gris como mi pena,/ acompañó mi quebranto por tu herida” (Tarde gris).


“Soñemos en la gris/ tarde que llueve”. (Charlemos).



Fuera del marco porteño, Héctor Pedro Blomberg evoca en el tango La que murió en París:


“La lluvia de otoño mojó los castaños,/ pero ya no estabas en el bulevar”


Y en La viajera perdida, dice:


“Pasajera rubia de un viaje lejano/ que un día embarcaste en un puerto gris”.


Esta temática también figura en los versos de Tu pálido Final, de Alfredo F. Roldán:


“Fatal,/ el otoño con su trágico murmullo de hojarascas,/ te envolvió/ y castigó el dolor/ Llueve, la noche es más oscura/ Frío, dolor y soledad”


Por su parte, Oscar Rubens escribía: “Gime, gime el viento/ y es un lánguido lamento/ su canción de abril” (Gime el viento).


De este Tiempo


Poetas encolumnados en una línea renovadora, también abordaron el tema, por ejemplo en el tango Oro y gris, León Benarós dice:


“La calle es niebla y cerrazón/ y, mientras digo mi canción,/ lloviendo está mi corazón, en oro y gris”


Cacho Castaña, en su Café La Humedad describe:


“Humedad, llovizna y frío/ mi aliento empaña el vidrio azul del viejo bar,/ aunque sé que nunca llega,/siempre que llueve voy corriendo hasta el café”.


Los poetas simbolistas no cesaron nunca de inspirarse en el gris del otoño y sus connotaciones.


Además de los aquí recordados, existen muchísimos tangos proclives al suspiro, la melancolía y la imaginación, demostrando riqueza en matices y que, de cosas simples, sus autores han concebido versos de elevada estatura poética.


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