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sábado, 24 de enero de 2009

Luis Salinas - Actuación - Su Música

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Luis Salinas - Actuación - Su Música



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LUIS SALINAS ACTUARA
MAÑANA A LA NOCHE
EN UN CONCIERTO GRATUITO EN LA COSTANERA SUR


Por Facundo García

http://www.pagina12.com.ar/fotos/espectaculos/20090124/notas_e/na27fo01.jpg

“Uno tiene que tratar de ser la mejor persona que pueda”,
dice con sencillez Luis Salinas.

Si uno revisa las pocas entrevistas que le hicieron cuando era un guitarrista semianónimo, descubre que Luis Salinas ha permanecido casi inalterable. Entre aquellas trasnochadas en que el sol lo encontraba tocando por viejos bodegones y el presente de fama internacional –que incluye reuniones con George Benson y B.B. King– han pasado emociones, éxitos y seguramente también una que otra espina en el corazón. Nada, ni lo bueno ni lo malo, pudo remover su confianza en la música como camino para llegar a los demás.

En ese sentido el concierto gratuito que dará mañana desde las 20.30 en Costanera Sur sirve de excusa para retomar sus viejas obsesiones y comprobar con qué cariño las ha ido puliendo hasta convertirlas en prismas que sirven para analizar, a veces con ternura y otras con indignación, los distintos aspectos de una humanidad contradictoria.

Salinas acaba de llegar del acuario, adonde fue a pasear con su hijo Juan. Se sienta en el bar y es difícil definir la familiaridad que transmite. Nació en un barrio obrero de Monte Grande, y desde los tres a los diez años vivió en Villa Diamante. “Cuando vos venís de ahí te pueden pasar dos cosas. O te ganó el resentimiento o percibiste un costado de la vida que te hace estar agradecido.”

–¿De quién sacó ese optimismo?

–Tuve una mamá que me llenó de amor. Eso fue muy importante, porque no me hizo vivir la pobreza como falta de alegría ni como una derrota permanente. Simultáneamente, mi viejo y mi padrastro eran laburantes con muy buena energía. El resto se fue dando. Yo no tuve nada que ver con la iglesia, pero si con Dios. Porque Dios –o el diablo– está en las cosas que no tienen explicación. A partir de eso, creo que uno tiene que ser la mejor persona que pueda. No se trata de llegar a ningún lado, sino de despejar tu camino y andarlo hasta donde te dé.

En 1968 hubo una gran inundación en Villa Diamante y un Luis Salinas muy pibito tuvo que colaborar en la mudanza de casa. “Me acuerdo que nos rajamos con el agua hasta el pecho –se transporta él–. Todo esto te lo cuento para aclararte que lo que me pasó a mí ha superado cualquier sueño.”

Salinas podrá tocar en los teatros más coquetos y con colegas que son multimillonarios, sin embargo no muestra el menor atisbo de que se le hayan subido los humos. Aún conserva la imagen de su primer viaje a Suecia –“me invitaron y yo nunca me había subido a un avión”–; y de cómo su padre le regaló una cruz que había sido de su abuela, para que lo cuidara en el trayecto.

“Después, ya de vuelta, iba caminando por la calle y se me acercaron unos muchachos. ‘Eh, maestro’, me gritaron. Al acercarse me manotearon la cruz, y yo sólo atiné a contarles que era un regalo de mi viejo. Podría haberle chiflado a un policía que andaba por ahí, pero no. En algún lugar los entendía. ¿Cómo sos vos si tenés hambre?”

–¿Piensa que en la actualidad un músico de la villa podría reunir la confianza que usted tuvo?

–Es complicado. Cuando se margina como se margina en Latinoamérica, vos vas a ver a unos que aceptan ese destino, pero también va a haber un puñado que tiene carácter y que no se va a querer quedar en el molde.

Y si no encuentran caminos para aprender y avanzar es posible que opten por actividades jodidas, porque quieren salir del fondo como sea. Después, obviamente, el resto se queja. Pero desde que tengo uso de razón hay chicos que hacen cola en la basura para comer, viejos que se mueren en cualquier lado y gente en los hospitales públicos que se muere porque hay bajo presupuesto.

En consecuencia, pienso que si viene cualquier político y me habla de izquierda o derecha sin resolver el tema de salud, el trabajo y la comida, es que me está chamuyando.

–¿Nunca le flaqueó la fe?

–A veces pensaba “uh, tendría que dedicarme a una actividad que me deje más guita” y andaba cabizbajo, medio triste. No por mí, sino por mi familia. Al final mi vieja se dio cuenta, me agarró aparte y me dijo “Luis, yo quiero un hijo feliz. No quiero un frustrado, eh?”. Lo más grande que hay, mi vieja.

–Otra tentación era convertirse en un cazador de billetes.

–Al hacerme un poquito conocido, me salieron oportunidades. Me acuerdo que estaba tocando con Nicky Jones, hace ya muchos años. Me acuerdo que se copaba: “¡Este pibe se prende fuego!”, anunciaba. Me hacían la base de “Quién se ha tomado todo el vino” y yo me podía pasar la noche como loco (risas).

Te aseguro que nunca miré la hora mientras tocaba. Ni toqué bajo presiones, porque eso te va destruyendo. Lo más difícil en una carrera es decir que no, y afortunadamente yo siempre toqué lo que quise. En mi lápida me gustaría que graben eso, que he sido un hombre que trató de hacer lo que sentía, aun cuando eso fuera en contra de lo que convenía.

–Disculpe, ¿oí mal o mencionó a Nicky Jones?

–Sí. Tremendo pianista de jazz, Nicky Jones.

–Ajá. Le tiro otro nombre a ver qué pasa: Pocho La Pantera.

–Sí, como no. Cuando lo conocí tocaba folklore como los dioses. El se hacía llamar por su nombre real, Ernesto o “Tito” Gauna. Había un boliche, Castellini, y cantaba ahí. Era fenómeno. Lo acompañé algunas veces. Luego me lo crucé cuando él ya era famoso y nos dimos un abrazo fuerte.

–Es llamativo: tan snob es el ambiente de la cultura que muchos músicos no se animarían a reconocerle talento a colegas tan comerciales.

–Y eso que hay varios excelentes. Tenés al Paz Martínez, que es un gran compositor. Lo conozco porque era de Monte Grande. Hace más de treinta años, él te decía “mirá esta canción” y te tocaba los hits de ahora. Le salían así, naturalmente. No es que cambió su manera de ser para ganar guita. Yo lo admiro mucho, tal vez porque cuando escribo letras me salen unas porquerías que yo mismo me sorprendo. Y al Paz Martínez le creo. Ahí está la posta. Para mí un artista es “te creo” o “no te creo”. Podés ser más virtuoso o menos, más talentoso o menos, lo principal es que seas sincero. ¿Tocaste solamente dos acordes? No me importa, lo fundamental es que sean verdaderos para vos.

Salinas es autodidacta y logró esquivar todas las trampas de aprender solo. La de alcanzar un techo técnico, por ejemplo. O la de convertirse en un malabarista de las cuerdas, un mero manojo de dedos veloces. O la de iniciar un romance con el público y quedar preso en él. Tal vez eso es lo que lo hace opinar que el ego y el mero afán de virtuosismo pueden ser tan dañinos como el mercado.

“El maestro Adolfo Abalos me lo resumió una vez. ‘Más que tocar bien, hay que tocar lindo’.”

–Muchos son rápidos sólo porque compiten.

–Totalmente. Yo admiro a George Benson, y cuando nos juntamos a tocar y yo me acercaba a su estilo, a él le parecía meramente simpático. Pero si captaba que mi personalidad estaba saliendo, inmediatamente me señalaba con el dedo, como diciendo “ahí estás, ahí te estoy viendo”. Mirá, una experiencia muy importante yo la viví con Frank Gambale, un guitarrista sumamente veloz y a la vez expresivo, muy bueno. Un día lo invité a tocar conmigo en Oliverio. Hicimos solos rapidísimos, todo el boliche gritaba, impresionante.

Al otro día me di cuenta en casa. Resulta que mis shows tenían una forma y cuando yo volvía a mi living tocaba distinto. Me cantaba unos bolero, o un tango. Y se me ocurrió que en adelante iba a mechar pedazos de show tranquilos con pedazos más arriba. Tuve que bancármela, porque se me empezó a ir la mitad de la gente de las salas. Después entendieron que yo no les estaba mintiendo y volvieron.

Salinas habla de música, de la inspiración, de la magia de la música y de los bombardeos que veía por la televisión. “Y yo, que soy bastante creyente, me vi de pronto preguntándole a Dios por qué permitía eso. Hasta ahora no me ha respondido.”

El lo cuenta así y dan ganas de imaginar que esa familiaridad viene de sus exploraciones por bosques de notas, donde se vislumbra en colores aquel misterio que acecha detrás de la belleza y no se deja describir con palabras.

http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/suplementos/espectaculos/3-12654-2009-01-24.html

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