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Dúo Oblivion - Presentación en España
Buenos Aires, cerca
Juan Manuel Pérez Madueño
Bien es sabido que la interpretación musical, a todos los niveles,
necesita de una perfecta sintonía entre la idea simbólica del compositor
y la conceptual del intérprete.
Este axioma, situado en el plano de la lógica, resulta extremadamente difícil reproducirlo sobre nuestros planos sensitivos, donde hace su aparición la subjetividad del oyente, convirtiéndose en una variable que decide sobre lo que nos gusta o desagrada.
El pasado miércoles, Astor Piazzolla se convertía en el centro de esa idea simbólica, ávido de medios sensitivos que le permitieran viajar hasta lo más profundo de nuestro corazón. Su alma porteña se encontraba en todas y cada una de las notas que conformaban sus tangos y milongas.
En este caso, el dúo Oblivion fue el encargado de crear ese puente entre lo simbólico y lo sensorial.
Y vaya si lo consiguieron. Piazzolla debe sentirse orgulloso de haber logrado traspasar la, a veces, injusta barrera entre lo popular y lo clásico a través de sus tangos. Si sus años como bandoneonista junto a Anibal Troilo le otorgaron la esencia del tango, a través de su posterior formación logró imprimir en ellos, y en su sabor, los elementos clásicos de los que bebió, de la mano de Ginastera ó Boulanger.
Como el propio Piazzolla decía, «hacer tango» no es fácil.
Precisa en el intérprete de una gran dosis de alma porteña. Y no fue menos lo que lograron Juan Jiménez y Daniel Borrego, al saxo y piano, respectivamente.
Desde el inicio del concierto, bajo una de las piezas más conocidas de Piazzolla y compuesta con motivo de la muerte de su padre, Adiós Nonino, el tango sobrevoló la noche, con su fuerza, su ímpetu, pero también con su dramatismo y delicadeza. La propuesta que Oblivion ofreció se asentaba en un piano contundente, amplio en su concepción y libre en la ejecución.
Daniel Borrego nos volvió a deleitar con su extraordinaria versatilidad musical, dotando al piano de movimiento y de un discurso extremadamente intenso. Juan Jiménez nos regaló por su parte un excelente dominio y agilidad tanto del saxo tenor como del soprano.
La simbiosis entre ambos alcanzó momentos de gran intensidad.
La segunda parte mostró además dos pinceladas que, si bien quedaban fuera del ámbito temático del concierto, tuvieron su interés por diversos motivos.
Oír a Manuel de Falla es siempre grato, y en este caso, escuchar dos de las canciones españolas con un saxofón lo hace además curioso.
Todo lo anterior alcanzó su culminación con la aparición en determinados momentos de la excelente pareja de bailarines Alycristango, convirtiendo el Claustro de San Francisco en un arrabal porteño.
La otra gran obra de Piazzolla, Libertango, máxima expresión de su sentimiento y genio compositivo, culminó una noche de sabor argentino pero, sobre todo, de buena música, tanto en espíritu como en ejecución.
El público disfrutó durante hora y media de toda esta amalgama de sentimientos en forma de arrebato y pasión, recompensando al conjunto con insistentes aplausos
http://www.lavozdigital.es/cadiz/prensa/20070803/cultura/buenos-aires-cerca_20070803.html
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domingo, 5 de agosto de 2007
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