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viernes, 27 de abril de 2007
Tato Bores - Actor Cómico de la Nación
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Tato Bores
Nadie lo igualó y el título de
Actor Cómico de la Nación
sigue vacante desde 1996.
Humoristas, guionistas,
actores y directores
opinan sobre su risa inteligente.
Celina Alberto
calberto@lavozdelinterior.com.ar
http://www.lavoz.com.ar/07/04/27/secciones/espectaculos/nota.asp?nota_id=66321
"Que vuelva, se acabó la broma".
El pedido sale de un libro de 90 mil visitas que registró, hace ya cinco años, durante una muestra en el Centro Cultural Recoleta, el fanatismo por el ídolo y sus dichos geniales.
Tato no está, pero sigue.
Uno cualquiera de sus miles de monólogos basta para sintonizarlo en una de las dimensiones desconocidas de la actualidad permanente y lo que dijo se puede (debería) seguir diciéndose.
El título de Actor Cómico de la Nación sigue vacante desde el 11 de enero de 1996.
Tato Bores cumpliría hoy 80 años y el recuerdo es unánime, entre pares, admiradores y deudos: no habrá ninguno igual.
Plato único en la historia del humor político, su huella y legado sigue intocado en la ruta de la comedia nacional.
De su historia conocida, el primer registro se ubica seis décadas atrás, junto a
Pepe Iglesias "El Zorro", en Radio Splendid,
y con Fanny Navarro en el Teatro Maipo.
En 1957 comenzó su labor televisiva en La familia Gesa, con el primer el primer coqueteo con el humor político al que lo introdujo Pepe Arias.
Su historia como actor lo impulsó, antes de los ’50, en la veta histriónica y desde allí compuso más tarde a su Tato sobre patines, con peluquín de historieta, habano y anteojos desmesurados.
La primera aparición del personaje fue en 1958, cuando el gobierno de Frondizi atravesaba una crisis ministerial, y Tato apareció ante cámaras vestido de frac, listo por si acaso alguien quería ofrecerle algún ministerio.
El impacto fue instantáneo.
Desde entonces, su figura y su lengua imparable abrieron un camino inexplorado en el discurso televisivo y los ’60 fueron su catapulta al podio de los clásicos, primero con los monólogos de Landrú, después César Bruto, Cammarotta, los últimos, geniales, de Santiago Varela.
Hoy tendría 80 años.
Felices, después de él.
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