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jueves, 1 de febrero de 2007

Los apodos en el tango


Los apodos en el tango


Digamos que hay un costumbre muy extendida, quizás tiene que ver con
nuestra idiosincrasia, que es la de poner apodos.
Creo que es un ejercicio que nos fluye con mucha naturalidad.

En muchos casos son
hirientes, o destacan algunos defectos. Algunos suelen surgir de cosas
muy evidentes, decirle a alguien Pelado, indudablemente, además de la
falta de originalidad, es por una razón muy obvia, el tipo es pelado.

En ese universo de apodos muchos tangueros cargaron con lo suyos. Los
invito a recordar algunos y como nacieron.

Muchos estamos familiarizados con los apodos de los creadores del tango,
pero no siempre conocemos su verdadero origen. Es por eso que me propuse
investigar algunos apelativos, no sólo de los artistas más populares,
sino también de aquellos que hoy son casi desconocidos y por su
curiosidad vale la pena que sean comentados.

Si bien circulan muchas
leyendas o historias inventadas sobre los mismos, los que aquí
presentamos tienen la virtud de ser contados por boca de ellos mismos o
de sus amigos o parientes, motivo por el cual entiendo que revisten
mayor veracidad.

Entre los más conocidos está el o los de Gardel. Desde El Melenudo hasta
El Zorzal creo que los hemos recorrido todos en otra oportunidad. De
todas maneras nunca está de más recordarlos: El Morocho, El Morocho del
Abasto, El Zorzal, El Zorzal Criollo, El Mago, El Imbatible, El
Imbatible de la canción, El Inmortal, El Invicto, El Troesma, El
Impardable, El Inigualable, El Ídolo máximo, El Inolvidable, El Uno, El
Más Grande, El Rey del Tango, El cantor de los tres siglos, El cantor de
la sonrisa eterna, El Mito viviente, El que cada día canta mejor, Don
Carlos de Buenos Aires, y hasta El Inoxidable... y la lista seguirá...
En los tiempos en que cantaba en O'Rondeman le decían El Melenudo.

Posiblemente el de Francisco Canaro siga en popularidad: "Pirincho". Y
la razón de este apodo está en sus memorias, donde el relata que, al
momento de nacer, una partera de nombre Sara atendía a su madre.
Esta
mujer al verlo nacer exclamó: "¡Parece un Pirincho!" Esta referencia era
traída a ese momento porque al nacer Canaro tenía los pelos parados,
algo así como un Pirincho que es un pájaro con copete.

Por otra parte
cuenta también que sus hermanos y compañeros músicos comenzaron a
llamarlo "El Kaiser" y esto se debía a su carácter enérgico y su actitud
de líder. La referencia estaba hecha en función de Guillermo I,
emperador de Alemania desde 1871 a 1888.

Debo confesarles que es un apodo que no me agrada mucho. Me quedo con
Pirincho. Me suena más nuestro y menos autoritario. Esas cosas.

Carlos Di Sarli arrastró toda su vida no solo un apodo, que no es muy
grato, sino también una fama de "mufa", producto de la superstición.


Aquel apodo era "El tuerto". Claro, algo le había pasado, tuvo un
problema en un ojo.

La historia es la siguiente: cuando Di Sarli tenía
sólo 13 años, estando en la armería de su padre en Bahía Blanca, uno de
los empleados tuvo la desgracia de que se le escapara un tiro mientras
manipulaba un arma, hiriendo al pequeño Carlos. El empleado se llamaba
Roberto Bognoni, un hombre muy querido por la familia, que en su
desesperación abandonó su trabajo y la ciudad. La recomendación de los
médicos que lo atendieron, luego de una intervención quirúrgica, era que
siempre utilizara lentes oscuros.

José Arturo Severino fue un bandoneonista de la generación de Arolas.
Había nacido, posiblemente, en 1892 en Parque Patricios. Bien, a este
hombre le decían "La vieja". ¿Por qué? Hay algunas explicaciones. Una
dice que de muchachito solía ir con amigos a tomar la merienda con
medialunas y solía guardarse una para llevársela a su madre, a la vieja.

Ahora, según Gabriel Clausi, "El Chula" (después le cuento por qué le
decían así), de muy joven Severino vivía solo y cuando alguien se lo
cruzaba por la calle, indefectiblemente, decía que iba a la casa de la
vieja.

Pero hay otra versión, un poco más profana, un poco más
temeraria. Era muy probable que Severino anduviera en amores con una
mujer mucho mayor que él.

Y en cierta ocasión, estando el bandoneonista
con ella, apareció el marido. El pobre tuvo que salir corriendo,
diríamos que desnudo, por el fondo de la casa y al saltar un alambrado
de púas, y disculpen ustedes el dolor, con una punta se lastimó un
testículo. Cuando los amigos se enteraron del hecho comenzaron a
llamarlo "la vieja" en homenaje a tal episodio.

Digo yo que la sacó
barata, porque a qué episodio se referían los amigos: al andar con una
mujer mayor o al accidente que sufrió. Porque de ser esto último
sospecho que el apodo sería otro.

Lo de Gabriel Clausi es muy parecido a lo de Francisco Canaro. Sucedió
que, al nacer, el padre exclamó: "Parece un Chula". Tardó años Clausi en
descubrir el origen de su apodo hasta que se enteró que en el Brasil se
denomina así a un pequeño mono que habita en el campo. Monos de gran
cabellera como la que Gabriel Clausi tenía al nacer.

Y el último por hoy.

Al pobre Ricardo Brignolo le decían "La nena", no es un apodo que me
gustaría tener.

Y todo vino por culpa de una foto que le habían tomado a Brignolo cuando
tenía unos siete u ocho años. Fue en un carnaval donde junto a dos
amiguitos estaba disfrazado de gauchito y como era costumbre en la época
el corte de pelo que se le hacía a los varoncitos llevaba flequillo y
cierta melena que le tapaba las orejas. Cuando, muchos años más tarde,
un amigo vio esa foto exclamó: "¡Parece una nena!" y así le quedó.
Algunos afirman que en realidad proviene del hecho de que era lampiño.

Carlos Hugo Burgstaller
Tomado de Tango y Cultura Popular Nº 54

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