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miércoles, 7 de febrero de 2007

Bar Británico - Patrimonio de Buenos Aires - Su reapertura - 2007

-









Reabren el
Bar
Británico



Un patrimonio
de
Buenos Aires



Hoy a las 19, la cita de los vecinos
de San Telmo y alrededores,
es en la tradicional esquina de Defensa y Brasil,
para la reapertura del Bar Británico,
(Su cierre fue en el 2006) ahora con nuevo dueño
y una refacción que promete
conservar el espíritu bohemio
de ese mítico rincón de los porteños .

Este sitio integra desde el año 2000 el listado de los 51 bares notables.


Un poco de su historia:


Bar Británico

Un remanso de artistas bohemios y amigos


En San Telmo y sus alrededores Nº 23
Julio 1999


Desde la ventana se ve pasar a hombres enloquecidos bajo un ritmo supersónico, que viajan desesperados por las calles de Brasil y Defensa en busca de algún negocio, trabajo, amor o simplemente un recuerdo.

Es necesario cruzar el umbral, deslizarse por las puertas añejas del bar, para que el 2 x 4 nostálgico y seductor revolotee por las cabezas de aquellos que en ese instante, dejan detrás su anonimato para atornillarse al Británico y descansar en familia.

El bar mantiene un estilo propio, lejano, en una construcción de principios de siglo XX y que permanece en el presente como una burbuja que resiste al paso del tiempo.

Sin embargo no se conoce en detalle su origen, "ni los dueños saben como comenzó todo" comenta Carlos, empleado del Británico desde hace más de 17 años, y continúa diciendo: "tenemos de referencia lo que la gente como cliente nos cuenta".

Se dice que fue allá por la década del 20, que en ese mismo edificio funcionaba una pulpería con el nombre de "La Cosechera".

Ésta fue punto de reunión y encuentro de excombatientes Ingleses de la primera guerra mundial, alojados en la vieja casona de la avenida Garay, lo que hoy se conoce como el Hotel Savalía.

El barrio por aquella época también contaba con "el conventillo de los ingleses", así se le decía a la construcción que se levantó por aquellos años en Bolívar y Caseros para albergar a los directivos de los Ferrocarriles del Sur, compañía del Reino Unido.

Es por ello y gracias a la creatividad de su antiguo dueño, que la vieja Cosechera se pasó a llamar Bar Británico.


Su ubicación es casi estratégica, está rodeado de periódicos como Clarín, Crónica, Página 12, y además, se ve poblado de atelieres que hacen del lugar un encuentro de pintores, músicos, periodistas y escritores como Ernesto Sábato, que encontró parte de su inspiración de la novela "Sobre Héroes y Tumbas" sentado en la intimidad del reservado, ese rinconcito que divide al bar en dos, pero sin hacer distinción de clientes.

Viejos habitués supieron ser los hermanos Américo, jugadores de San Telmo, o Adolfo Pedernera y Don Abel Ferreira de Boca Juniors. Hoy son frecuentes las visitas de artistas plásticos de gran peso como Norberto Gómez, Felipe Noé, o también músicos de la talla de Jorge Pinchevsky, que encuentran en el bar su remanso.

Los dueños actuales, Miñones, Manolo y José, tres mozos provenientes de Galicia; tomaron el bar allá por los años ´60 y mantuvieron su estructura básica sin hacer ninguna reforma.

Ello hace que al entrar se perciba esa "magia de lo antiguo" dice Carlos coincidiendo con Pascual Baldeverde, reportero gráfico, que con un licor en la mesa, asegura que es "uno de los pocos lugares, sino el único, que se mantiene abierto las 24 horas" y agrega:

"vos podés venir en cualquier momento y por más que estés solo te podes encontrar con un amigo o charlar con el mozo, tomar una ginebra , un café, un vino y pasar un momento grato. Eso en otros lugares ya se perdió".

Su compañero Cacho Velardochio, también reportero gráfico asiente con la cabeza y tira su frase: "Son como pedacitos del Buenos Aires viejo que van quedando", permanece unos segundos en silencio y continúa:

"Mirá, hace 20 años que no venía por acá y está igual. Es un pedacito viejo pero también tuyo."

A lo largo del tiempo, el Británico se convirtió en un eterno testigo de las cambiantes épocas y modas de los argentinos.

En los ´60 se vistió de fiesta y no desentonaba para nada con la gran movida cultural. En sus mesas cobijaba a estudiantes de la Facultad de Bellas Artes (ubicada por aquellos años en la calle Brasil e Ingeniero Huergo). Fueron los chicos, que apasionados en las exposiciones y eventos culturales, agradecieron el permiso de los dueños y crearon el primer panel literario del barrio.

Pero no todo fue bellas artes, en la década del ´80 el bar chocó con la tristeza del nacionalismo hueco de la Guerra de Malvinas en el momento que "alguien" rompió la vidriera de un piedrazo.

Los propietarios del bar que no querían involucrarse en peleas nacionalistas cambiaron el nombre.

Para sorpresa de todos lo rebautizaron como "Tánico" con las mismas letras y logo pero sin el "Bri". Pasaron los meses, la guerra, los años y el "Tánico" aun se mantenía, "hasta que un buen día" recuerda Carlos, "nos encontramos con la visita de un turista griego que preguntó el por qué del cambio de nombre.

Se le dio una respuesta que no comprendió y luego nos comunicó que en su lengua esa palabra significa muerte. Enseguida se llamó al letrista y se dibujó el Bri faltante".

Hoy aquel suceso se rememora con una sonrisa, una anécdota más entre tantas de un bar histórico como el Británico en el que, a pesar del paso del tiempo, la canción sigue siendo la misma: Manolo transita el salón con una "Valle Viejo" en su bandeja, detrás de él, Carlos "le baldea las patas al escabio". En sus mesas se encuentran los viejos amigos, músicos, escritores, estudiantes de periodismo, historia, psicología, todos comparten un momento; una eternidad.

En el reservado una chica escribe y mira por la ventana, cerca de ella una pareja se besa y, del otro lado de la vitrina, bajo el panel cultural, se encuentra la mesa de ajedrez atestada por fanáticos que se pierden en su juego.

Y todo transcurre con calma en un ambiente característico del bar tradicional porteño.

Patricio Escobar

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Agrego esta nota con características rockeras:

Estoy sentado en el bar Británico, en las orillas de San Telmo.

Por la ventana puedo ver parte del parque Lezama, lugar en el que Sábato ubica algunas situaciones de su novela “Sobre héroes y tumbas”.

El antro es la cueva perfecta para los que manifiestan su odio a la industria del turismo y para los amantes de las horas lentas entregadas a conversaciones que el siglo XXI promete aniquilar.

Los cristales de la ventanas están opacos de la mugre, las vitrinas sucias añejan botellas de treinta años, el televisor anda mal y hay que rogar que el mozo se acuerde de vos porque, si estás en el reservado, no puede verte.

Un grupito discute detalles históricos en la mesa de la ochava. Ellos pretenden que lo atiendan como en el Tortoni[1].

Un estúpido que habla en “cheto” fue hasta la barra y pidió que lo atendieran. El lavacopas lo miró y le dijo en perfecto porteño barrial (un dialecto menos rico que el cheto, pero infinitamente más áspero): “¿Y a vos quién te conoce?”.

Y sin abandonar nunca la lectura del diario se dedicó a relajarlo mientras el porteño de brazos trabajados en el gimnasio quería boxear. Esta gente y la que pide el libro de quejas o amenaza con llamar a “Derechos del consumidor” son sencillamente aborrecidos por los parroquianos.

La situación se resuelve fácil: los que creen ser alguien pueden entrar antes de las seis de la tarde. Después, el lugar se torna sombrío y es tierra de los ajedrecistas y otros habitué que no andan con vueltas: te aprietan y punto.

Son las dos de la tarde, es decir, pertenezco al grupo de los “no queridos”. Mi fiel amigo Eric me deja solo con una birome y algunos papeles para que yo escriba este boletín de cultura urbana.

Estas mesas (que hoy me rodean casi vacías) condensan parte de la historia del underground porteño.

En ellas bebieron Andrés Ciro[2] y el “pelado” Cordera[3] (hoy ya no se los ve en el bario). Skay Bellinson[4] las recorrió a todas.

En una noche de nervios desenvainados, la “Negra” Poly[5] rompió una botella para herir de muerte al Petiso González[6]. Por suerte el tajo nunca se produjo.

Aquí se congregaban actores que intentaban imitar las técnicas propias de Symms[7] para tomar cocaína delante tuyo sin que te dieras cuenta.

En la mesa ubicada a mis espaldas, Enrique y el “Indio” Solari[8] despidieron su amistad ante la presencia silenciosa de Daniel Aráoz[9].

Junto a la columna central, uno toma café en compañía de la mismísima Parca. Estadísticamente, es la mesa con mayor cantidad de decesos en el bar. Siempre me gustó coquetear con la muerte, pero hoy prefiero mantenerme alejado.

El rincón de la esquina, debajo del televisor, fue el preferido de Alejandro Medina[10].

También anduvo por este bodegón Jorge Pinchevsky[11], que en los días de “chupete” vivió en una casilla de construcción en el parque. Este lugar fue segundo hogar y refugio de los que resistieron culturalmente.

Hoy me atiende Trillo, uno de los tres integrantes de la sociedad y mozo a la vez. Es bajito, gallego y después de cincuenta años en el país no se sacó el seseo. No quiere hablar conmigo.

Tiene sus motivos: dentro de 13 días, el bar cierra sus puertas para siempre, sin importar las dos, cien o tres mil firmas que se juntaron para evitarlo.

Trillo habla con algunos clientes. Dice que anhela volver a Galicia, pero no le alcanza el dinero y ya no tiene trabajo. Mientras refiere esta historia, los ojos se le empañan.

Me acuerdo del anarquista Comeclavos, el parroquiano más antiguo del bar. El día que se juntaron firmas, el tipo le dijo a Symms: “Saludalo al bar, saludalo porque se va y esta vez no vuelve”. No me quedan más palabras; yo también tengo ganas de llorar. Héroe del whisky[12]

[1] El bar más antiguo de la ciudad. Es impecable en todos sus detalles

[2] Cantante de “Los Piojos”

[3] Cantante de “Bersuit Vergarabat”

[4] Guitarrista y pieza fundamental del mítico “Patricio Rey y sus redonditos de ricota”

[5] Poly es la mujer de Skay y también pilar de los “redonditos”.

[6] Supo ser representante de “Los Piojos”

[7] Enrique Symms fue monologuista de los “redonditos”. Hoy es periodista, y habitué del Británico

[8] Cantante y última pieza fundamental de Patricio rey y...

[9] Hoy conduce “Compatriotas” en canal 7

[10] Medina fue bajista de Manal, grupo fundacional del rock nacional. Tocó con Pappo y es uno de los pocos que pudo golpear al Carpo para ponerlo en su lugar. Sigue siendo músico y editó un disco hace poco meses. Las críticas son más que proemetedoras.

[11] Pinchevsky es el violinista más conocido del rock. Nació en Rosario y murió en el 2003, luego de ser atropellado por un ciclista. Tocó con Charly, Billy Bond y Sui Generis, entre otros. [12] Canción del Indio Solari y Skay Bellinson, dedicada a Enrique Symms

Leandro Rivero [ leorivero@gmail.com ] 22/06/2006

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Bar Británico is closed
http://baires.elsur.org/archives/bar-britanico-is-closed/

It’s a sad day in my barrio.

Four blocks from my apartment is, or was, one of my favorite, old spots in the city, Bar Británico. Located in San Telmo at the corner of Defensa and Brasil, Bar Británico was one of the classic cafes of Buenos Aires.

I just returned from walking by the now closed Británico . Police are standing in front of the doors and all the furniture has been removed. It’s now just an empty shell. I didn’t even want to take a photo, preferring to remember it as it was before.

On flickr you can see
these photos that others have taken of this wonderful place. And be sure to look at this great photo.

Británico has been fighting to stay open for months over a dispute with the new landlord. We signed a petition earlier in the year, along with 20,000 other people, and the case has been in the courts.

The city also has tried to mediate a solution between the property owner and the tenant. The end came finally this month when a judge ordered the bar to be closed. This morning the police arrived to enforce the court order. The Clarín has an
article about the closing, as does La Nación. [both in Spanish]. Several news crews were around so there should be coverage on the Buenos Aires TV stations tonight.

The bar has been run for almost fifty years by three guys from Galicia. They are José Trillo, Manolo Pose and Pepe Miñones. At almost any given time you could go into the Británico and see one of them, now old men, serving the beer and food to customers. José Trillo says that now that the bar is closed that he will return to Spain.


The problems started when the former landlord died and the property was inherited by his son. The son Juan Pablo Benvenuto, seeing a prime real estate opportunity, didn’t want to renew the lease and rented the corner property to another person.

True, Bar Británico didn’t have the splendor of the Tortoni and hadn’t renovated itself like 36 Billares but the Británico had an antiquated character that kept it a popular place.

While its competition across the street El Hipopótamo is a nicer cafe, we preferred to take our foreign visitors to the Británico.

The new tenant plans to open a cybercafe on the corner, as if the neighborhood really needs another one? How boring, you would think that with all this trouble that they could come up with something more creative
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