Eduardo Lagos - Aniversario Nacimiento - Su Música
16 de febrero
Eduardo Lagos
Pianista excepcional
Premio Konex 2005: Mención Especial
Premio Konex 1995:
Médico, navegante, pianista y periodista, Lagos fue el impulsor de la proyección folclórica en los ´60.
Tuvo entre sus defensores a Piazzolla.
Diego Jemio.
Especial para Clarín
El piano ocupa buena parte del living del departamento de Recoleta. Es una joya de la que su dueño se siente orgulloso: un Erard —la marca con la que tocaba Chopin— de 110 años.
El lugar que queda está ocupado por una computadora, equipos de audio de todas las épocas —tocadiscos, casetera, reproductora de compactos y minidisc— y cinco mil discos que ordena y desordena obsesivamente.
Muy cerca del teclado, sentado en una silla , Eduardo Lagos se para. Y saluda. Y muestra su buen humor el médico, navegante, periodista y pianista, que hoy cumple 80 años.
Como músico, Lagos hizo proyección folclórica cuando eran palabras incompatibles, en los '50 y '60.
"Esto no es folclore. Es proyección folclórica.
Ya es mucha la confusión y desconsiderado el manoseo", escribió en 1968, cuando grabó Así nos gusta, con su amigo Astor Piazzolla, Hans Oreja —el apodo que Lagos le puso a Hugo Díaz— y Oscar Alem.
Alejado del piano —"me da bronca no poder tocar bien"—, Lagos no sale de su casa desde hace dos años. "Pa' lo que hay que ver. Acá tengo la felicidad", dice y mira los vinilos que van desde Bach a su amigo Waldo de los Ríos.
El sello Melopea editó en 2005 Folkloreishons —invento de Díaz en remedo de las jam sessions—, un disco con grabaciones en radios y conciertos. Y luego lanzan el segundo volúmen.
La casa del pianista está llena de grabaciones que él hace escuchar y que casi nadie edita. Lagos con Lalo Schifrin tocando jazz. Lagos en radio. Lagos vuelve a sentarse. "Pregunte, nomás."
¿Cómo era de niño su mundo musical?
A los 8 años escuché en la radio un tango hermoso, fui al piano y lo toqué. Mis padres, que tocaban mal pero amaban la música, pensaron que el nene era Mozart. Pero se equivocaron fiero...
Y ahí le pusieron un maestro...
Claro. Fue el compositor Juan Carlos Paz, amigo de mi padre.
Era un hombre culto, que vivía en el dodecafonismo pero que me dio libertad de expresión.
Me llevaba al Colón, previo análisis de las óperas, y nos instalábamos en el paraíso de la sala.
Más que técnica, él me enseñó a saborear y a adorar a Debussy, Satie y Ravel. Conocerlo fue un deleite.
Y luego se contactó con los hermanos Abalos, un giro a lo popular.
Aprendí a disfrutar de las síncopas y de los colores del folclore.
Tanto los admiraba que mi gran anhelo era imitar a Adolfo. Uno de los grandes elogios que recibí de él fue una frase corta: "Ay, Laguitos, qué atrevido...". Hace un par de años, me invitaron para reemplazarlo en recitales. Fue mi graduación de folclorista.
En 1967 dijo: "El folclore ya está hecho. Nadie puede ser folclorista en estos días". ¿Sigue pensando lo mismo?
Sigo pensando que ya está hecho y que hoy sólo se puede hacer una música de raíz folclórica. Y sostengo también que no hay folcloristas porque les falta tiempo y estudio. Para que una música sea folclórica, se tienen que dar una serie de concurrencias que hoy no son posibles. Sólo nos queda hurgar en las esencias.
¿Qué puntos de contacto encuentra entre la música y la medicina, a las que llamó su mujer y su amante?
El principal es la comprensión del problema de los demás. Cuando viví de cerca el drama de otros, yo me compenetraba con su dolor. En esos momentos, se te arruga todo. Y aunque la música es para mí alegría, siempre tenés contacto con el otro.
¿Es cierto que un detractor de la fusión llegó a amenazarlo por sus obras?
Sí. Fue un pianista al que yo respetaba, pero no quiero dar nombres. Luego de una actuación de Juárez-Quiroga-Ríos (uno de mis apellidos acuáticos y artísticos), el tipo me atropelló: "Te daría una puñalada". Lo expresó con tanta furia que temí por mi vida. Le dije: "Epa, amigo, ¿es para tanto? ¿Tan importante soy como para que quiera matarme?"
¿Le hubiese gustado que su música fuese reconocida en aquellos años?
Nunca tuve la intención ni la necesidad de ser famoso. Además, no tenía los recursos para encontrarme con la gente que, teóricamente, podía asegurarme un éxito.
En definitiva: la música que hacía me gustaba a mí. O, para no ser tan duro, a un grupo reducido que tocaba la misma cuerda.
¿Considera que su labor como compositor opacó al intérprete?
No lo sé ni tampoco me interesa. Nunca quise hacer carrera de compositor ni de intérprete. Mi objetivo principal fue divertirme. La palabra compositor me queda grande.
Hice sólo tres canciones que podrían darme ese título: La bacha, La oncena y Cuando los gauchos vienen marchando.
¿Se considera un precursor?
Sí. No sé, ni me preocupa, cuánto ni en qué medida lo fui.
Me lo demuestran los músicos que vienen a visitarme. Y yo les cuento quiénes fueron Manuel Gómez Carrillo o José María Hoyos. Es una injusticia feroz que estemos parados sobre sus hombros y sean desconocidos.
http://www.clarin.com/diario/2006/02/17/espectaculos/c-00401.htm
Publicaciones anteriores
Eduardo Lagos - Asi Nos Gusta - 1968
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