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domingo, 12 de octubre de 2008

Oscar Alemán - El Inolvidable Oscar Alemán

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Oscar Alemán - El Inolvidable Oscar Alemán


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Oscar Alemán

Por Bosquín Ortega

Cuando ese bambú dentro de un ánfora de pantera, lo vio tocar la guitarra, bailar y zapatear, cantar y monologar, todo bien y a la vez, pensó que asistía a un inédito prodigio de naturaleza artística.
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Ella ya era una diva del jazz europeo, con atávico síncopa de gene afro, que había tatuado pupilas con su cuerpo tallado en temblor de quásar y fibra de ónix.
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Su apodo de “La Venus de Ébano” había trascendido el cíclico esplendor de las marquesinas francesas y encarnado al imaginario urbano del hombre galo.
Aquella jabalina con meandros – la distancia entre sus piernas, caderas y torso guardaban la armonía áurea del siglo de Pericles – se llamaba Josephine Baker, estrella indiscutible del firmamento mediterráneo, legendaria cantante y bailarina del varieté de preguerra.
El calendario precipitaba a 1932, y el huevo de la serpiente del nazismo aguardaba en tenebrosa latencia.
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Aquel hombrecito delgado, de piel mulata y bigotes medidos, cabello crespo con gomina, gafas de carey y cadencia caribeña, terminó por seducir a La Baker, coral de fuego. Aceptó al músico, y lo incorporó como primera guitarra de su orquesta estable.

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El pasaporte legalizaba a Oscar Marcelo Alemán, nacido el 20 de Febrero de 1909, en la República Argentina.
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Oriundo de Machagai, provenía de una familia de músicos que vivían de su tarea musical.
Su padre, guitarrista folklórico, formaba parte de un cuarteto de arte nativo, integrado por Carlos, Jorgelina y Juan, sus propios hijos.
Por su parte, Oscarcito, de breves seis años, lucía una destreza inusual como zapateador de malambo, impulsado por una elástica postura y un tono muscular, inusuales para un niño de su edad. Llamaba la atención, el modo espontáneo y natural de “pararse” en el centro de la escena (don de sitio del danzarín) y la simpatía de sus movimientos de acrobático humorismo.
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En 1915, realizó una actuación memorable, en el escenario del Teatro Nuevo, donde hoy funciona el Teatro Municipal General San Martín.
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A causa de una separación familiar, Oscarcito comienza, a los diez años, una vida de errancia y autodeterminación, constantes de su vida futura. Se lo recuerda lustrabotas en las diagonales numéricas de Sáenz Peña. Alguien le acerca un “cavaquinho”, pequeña guitarra de cuatro cuerdas, con lo que inicia una carrera excepcional de instrumentista, que mantendría en abierta fidelidad hasta el cese de sus manos virtuosas, en la provincia de Buenos Aires.
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Alrededor de 1926, toca, de manera profesional, en cafés y clubes nocturnos, junto a Gastón Bueno Lobo, otro guitarrista con quien forma un dúo de género variado. Incursiona como autor de tangos, y Agustín Magaldi, cantor de hondo lirismo criollo, le graba una versión.
Alterna actuaciones con Carlos Gardel y se vincula con Enrique Santos Discépolo, a través de incursiones en la revista musical, al estilo de “Blum”, con libro y puesta del poeta y actor porteño.
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Viaja después por tierra brasilera y otras latitudes sudamericanas, mestizando un proceso rítmico que abona el sustrato intuitivo de su virtuosismo ecléctico y fascinante. Todas las vertientes musicales navegan el diapasón de su guitarra esencialmente versátil, profundamente cósmica.
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Estimulada por la curiosidad de un talento expandido, Josephine Baker lo convoca a una prueba que lo confirma y la deslumbra. Ambos conforman un dueto de antológica faceta que persiste en la iconografía y discografía, tanto de difusión como de investigación, de la música francesa.
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Recorren una pléyade de escenarios que rutilan con los efectos destellantes de una alianza irrepetible, hasta la invasión alemana a París, en 1940, que los obliga a desmembrar la compañía y continuar separados.
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Oscar Alemán, figura reconocida de críticos y melómanos, se lanza a una gira por el continente europeo. Conoce a Louis Armstrong y Duke Ellington, quienes detectan su capacidad improvisativa e intuitiva, pese a que Oscar Alemán tendía más a un swinger diferente que a un jazzman típico.
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Pero es Django Reinhardt, el célebre guitarrista de origen gitano (que pese a un accidente que le inutilizó parte de una mano, prosiguió tocando con técnica y eficacia similares), quién le produce una implosión totalizante en la percepción y en los códigos instrumentales.
Ambos se admiran y respetan, comparten sesiones e improvisaciones y tocan en el
Hot Club de Francia, santuario del jazz eurocéntrico.
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Alemán no se preocupó de la influencia de Reinhardt, pues supo incorporar y metabolizar alemanalmente la potencia avasallante del genial romaní. Él cuerdista chaqueño, ciudadano del mundo, constituía una alquimia rítmica de extraña aleación: era un prestidigitador y un “chanssonier”, un velocista y un efectista, un comediante y un danzarín, de improbable réplica contemporánea.
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Impuso el hábito de girar y apoyar la guitarra sobre las espaldas, y ejecutar (hacia atrás) fragmentos de canciones. Alemán matrizó una paternidad de hacer alta música popular con un sentido del espectáculo en términos de producida magnitud.
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De vuelta al país, logra un éxito impactante, pero persuasivo: su tema “Rosa madreselva”, se proyecta como pieza de culto y cifra de venta.
Alemán ofrece al predominio del jazz melódico – las compactas bandas nutridas,al modo de Glenn Miller, que insuflaban energía a los frentes de batalla y a los salones de retaguardia estadounidenses – la irreverente brillantez del swing, personalista y vertiginoso.
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Diez años después, con su invariable humor activo, funda una escuela de aprendizaje para jóvenes guitarristas, sin sustento económico.
Alemán pese a periodos de dilación laboral, comunes al mercado voluble de los intereses fonográficos, se mantiene en su carácter de solista y convoca a un quinteto de tres violines, contrabajo y batería.
El primer violín era ejecutado por Hernán Oliva, uno de los instrumentistas favoritos del impar Enrique “Mono” Villegas.
Las últimas grabaciones las concreta junto a Eduardo Rovera, rodeado por sus discípulos que valoraban su bonhomía y su ejercicio saludable del humor en todo acto vital.
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Oscar Alemán, esposo de Carmen Vallejos y padre de Selva Alemán, talentosas actrices nacionales, falleció el 14 de Octubre de 1980.

Desde el otro siglo, su nombre figura en los
anales de la Enciclopedia Mundial del Jazz.
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El olvido irresponsable y la ingratitud deleznable no tienen edad. Son impunemente vigentes. ¿Algún funcionario nomenclador con sentido común y vergüenza patriótica se acordará, en alguna calle de tantos barrios nuevos del Gran Resistencia, de nuestro Oscar Alemán, que honra al Chaco en el mundo y que posee varios sitios de Internet en el mundo y ni uno solo en su provincia?
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La memoria es la madre del recuerdo. CH.
Oscar Alemán - El Inolvidable O.A.

Temas

01-Oscar Alemán-Tenias que ser Tu.mp3

02-Oscar Alemán-Alexander's Band.mp3

03-Oscar Alemán-Rosa Madreselva.mp3

04-Oscar Alemán-Susurrando.mp3

05-Oscar Alemán-No Puedo darte mas que amor.mp3

06-Oscar Aleman-De buen humor.mp3

07-Oscar Alemán-Hombre Mio.mp3

08-Oscar Alemán-Ritmo Loco.mp3

09-Oscar Alemán-Saint Louis Blues.mp3

10-Oscar Alemán-Cuando los santos vienen.mp3

11-Oscar Alemán-Oscar Blues #3.mp3

12-Oscar Alemán-Tono #1.mp3

13-Oscar Alemán-Gabilu.mp3

14-Oscar Alemán-Encontré una nueva Nena.mp3

15-Oscar Alemán-Para mi Eres Divina.mp3

16-Oscar Alemán-Limehouse Blues.mp3

17-Oscar Alemán-Muchacho Chino.mp3

18-Oscar Alemán-Joe Louis.mp3

19-Oscar Alemán-Caravana.mp3


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