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martes, 7 de agosto de 2007

Ryota Komatsu - Live in Tokyo - 2002




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Fanático del tango,
el bandoneonista japonés tiene una típica
que le rinde tributo
a las orquestas históricas argentinas.

Admirador de Gobbi, Piazzolla y Pugliese,
cuenta que mamó el género desde que escuchaba
a sus padres músicos tocar arreglos
de Dino Saluzzi.

Vino para presentar su disco en vivo.
Año 2003


Irene Amuchástegui


Ryota Komatsu acaba de llegar del otro lado del mundo con uno de sus quince bandoneones en el equipaje.

Es tan bajo, menudo e informal como para ser confundido con un adolescente, pero se acerca a los treinta.

El maestro Komatsu, natural de Tokio, es en realidad un veterano.

Ha estado en Buenos Aires varias veces, en viajes de estudio, de intercambio o integrando conjuntos.

Ahora llega por primera vez al frente de su propia orquesta, una formación notable, con la que rinde tributo a las históricas típicas argentinas.

Habla del Tortoni con la naturalidad de un porteño medio y de los tiempos en que Goyeneche cantaba en San Telmo con una nostalgia impenitente, y opina sobre tango con una vehemencia que ni la intermediación del intérprete atempera.

El tango no tiene nada de exótico para un japonés con la historia de Ryota:

su padre, guitarrista, y su madre, que fue pianista de la Orquesta Típica Tokio, integraron la agrupación Tango Cristal, y Ryota creció escuchando ensayos.

-¿El tango fue su primera música?

En Japón hubo cierta declinación del gusto por el género después del boom.

No era era fácil conseguir discos, pero yo escuchaba las prácticas de mis padres, que ensayaban en trío con un bandoneonista arreglos de Dino Saluzzi.

Hace unos cuatro años la moda del tango resurgió.

-¿Y qué alcance tiene?

Hay un público histórico, de sesenta años para arriba, y actualmente un público de veinte a treinta.
El fanático de tango en Japón se conforma con escuchar una buena orquesta, pero los productores están un poco encasillados: creen que si no hay danza el público no queda satisfecho.

-¿Hay un público para concierto?

La mayoría de los músicos creemos que haciendo buena música podemos tener éxito.

Me gusta tocar en salones, donde el que quiere puede bailar, y el que quiere se queda escuchando.
Prefiero eso y no que pongan todo en el escenario, mientras el público japonés, que ya se sabe lo serio que es, se queda ahí sentado esperando que todo termine para aplaudir, ni mucho ni poco, le guste o no.
Suele decirse que la afición de los tangueros japoneses es tan intensa, que compran bandoneones como adornos.

-¿Qué hay de eso?

Es un gran problema.
Cuando conozco a alguien que tiene un bandoneón, lo primero que hago es intentar comprárselo, pero los quieren como recuerdo. Es lamentable que queden muertos, con lo difícil que es conseguir buenos bandoneones en Japón.

En este momento tengo quince instrumentos, algunos de calidad no demasiado buena.

Quiero armar un escuela.

-¿Cómo sería?

Hoy en Japón hay muchos improvisados, que se largan a tocar porque hay mercado.
Como hay tan pocos bandoneonistas, no es necesario ser bueno para tener trabajo.
Está lleno de chantas. Creo que eso tiene que corregirse y por eso pensé en fundar la escuela.

La idea es intentar acercarse al máximo nivel de ejecución del instrumento,
que es el de la Argentina.

En Japón cualquiera toca un fragmento de La cumparsita o de Libertango y dice "soy profesional". La gran mayoría usa este pretexto:

"Tal vez no tengo demasiada técnica, pero tengo mucho sentimiento".

¿Por qué el mundo es tan rígido con los violinistas, los pianistas o los guitarristas, y somos tan permisivos con los bandoneonistas?
En su disco Live in Tokyo recorre versiones históricas.

-¿Usted también hace arreglos o compone?

Como no tengo la experiencia suficiente siempre estoy pensando en cómo acercarme a Gobbi, a Piazzolla, a Pugliese antes que en hacer algún arreglo.

Copio. Desgrabo.
Villeguita o El desbande los desgrabé de Piazzolla.
A Evaristo Carriego o Meridional son arreglos de Víctor Lavallén, que este otoño vendrá a Japón a tocar con nosotros.

Me dio mucho trabajo acercarme al Alfredo Gobbi de Chuzas.
Hicimos como diez ensayos sólo de cuerdas. Me salió carísimo.

-Su colección debe ser vasta...

Un armario de dos cuerpos, repleto.
Algunas orquestas famosas y otras no tanto, como Alberto Manzione o D' Amario.

De los históricos, en Japón las personas mayores prefieren a D'Arienzo, Di Sarli, Troilo.
Piazzolla es especial para los jóvenes, también en Corea y en Taiwán.

-Con una tradición familiar como la suya, ¿el tango es una elección o un mandato?

No recuerdo que mis padres me hayan hablado de música.

Le cuento una historia privada. Hasta los diecinueve años yo no sabía realmente qué hacer con mi vida.

Mi madre estaba tan preocupada que consultó con una adivina.

Le dijo: "Llévelo a orar a la tumba de sus antepasados". Lo hice y a los pocos días me metí de lleno con el bandoneón. No sé si tuvo algo que ver, es algo misterioso.

-Todas sus visitas a Buenos Aires fueron por períodos cortos.
¿Alguna vez pensó en radicarse aquí para dedicarse al tango?

Nunca. Me especializo en Asia, Japón o a lo sumo Corea.

-Está casado con una violinista de su orquesta, ¿verdad?

Kumiko Kondoh. Nos casamos hace cuatro años. Tenemos un varón de tres y una niña de un año. Acabamos de llegar a hace un rato, y ella salió a pasear por el centro.


Temas

01 danzarin.mp3

02 cinta azul.mp3

03 chuzas !.mp3

04 taquito militar.mp3

05 la cumparsita.mp3

06 a evaristo carriego.mp3

07 negracha.mp3

08 meridional.mp3

09 contrabajeando.mp3

10 golondrinas - la cachila,mi refugio,romanc-solos de bandoneón.mp3

11 tanguango.mp3

12 villeguita.mp3

13 triunfal.mp3

14 el desbande.mp3


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