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sábado, 21 de julio de 2007

Susana Rinaldi y Osvaldo Piro - Festival de la Falda - - - Susana Rinaldi - A Cátulo Castillo



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Susana Rinaldi y Osvaldo Piro










Actúan en la noche inaugural del
Festival de la Falda.
La Voz Del Interior los reunió en Buenos Aires
junto con sus hijos Alfredo y Ligia,
también músicos, para conversar
sobre una pasión excluyente: el tango.

Santiago Giordano
De nuestra
Redacciónsgiordano@lavozdelinterior.com.ar

Susana Rinaldi y Osvaldo Piro formaron parte de aquella generación que surgió cuando el tango bajaba del podio de los elegidos del pueblo para competir con un nuevo ordenamiento musical del mundo.

Mediaba la década de 1960, el rock establecía sus códigos juveniles transnacionales.

Como alternativa, Piro planteaba un estilo orquestal cristalino, fino y actualizado, cuyas referencias directas estaban, por ejemplo, en Alfredo Gobbi y Aníbal Troilo.

Por su parte, la Rinaldi, con su personalidad artística avasallante, establecía un nuevo contrato entre música y palabra; en su voz cada tango actuará una historia, una porción fugaz y poderosa de la farsa humana, que revelará que los Homero Manzi y los Cátulo Castillo -sus discos de homenaje a estos poetas son verdaderos monumentos- bien pueden estar entre los confesores de lo profundo o lo cotidiano.

Pero sus aportes a la música no se limitan a la propia obra.
Del matrimonio entre Rinaldi y Piro nacieron Alfredo y Ligia, hoy dos cantantes que acaso sin pisotear la huella de los viejos -tarea difícil para los hijos de artista- lograron imponer sus personalidades artísticas. La voz del interior reunió a los cuatro en la casa de Susana, en el barrio de Belgrano de Buenos Aires.

"¿Café o cortado?", pregunta la Rinaldi, y la conversación se va por donde suelen irse las charlas informales de un domingo a la siesta. Se habla del país de hoy, de ayer, "lo que los diarios y la televisión no ven y sin embargo sucede", las cosas que "el ciudadano no merece", de una estadística que revela que el tango se difunde mucho menos que otros géneros, de Borges y el tango y "de ese director de cine que ahora sale a decir que el tango es finlandés".

Una bravuconada sin sentido aseguran en coro.
"La mayoría de la gente lo tomó cagándose de risa", opina Alfredo.

“Si uno mira lo que significa el tango como estructura cultural en la Argentina o en Finlandia, no quedan dudas”, asegura Piro. “Hablemos bien de los finlandeses a pesar de Botnia”, agrega la Rinaldi mientras recuerda que cuando estuvo en Finlandia notó que ningún tango habla mal de la mujer.

En tanto Ligia entra con su marido David –Libedinsky, baterista y productor– y Román, su hijo de cinco meses. “¿Viste ese jopo?, parece Napoleón”, dice orgullosa la abuela.

Reencuentro. “Osvaldo, tendríamos que hacer una versión para bandoneón y voz de Nuestro balance, que es un temón, pero esta vez sin pelearnos”, propone Susana.
“Cuando hicimos La última curda, hiciste un arreglo maravilloso, pero nos peleamos mucho hasta que salió”, agrega.
“¿No había sido Desencuentro?”, pregunta Alfredo.
“No –explica Osvaldo–, eso fue para el disco homenaje a Cátulo Castillo –padrino de Alfredo–, que junto al homenaje a Homero Manzi fueron dos trabajos impecables de la ‘Tana’”.

“Yo me quedo muy contenta –asegura Susana–, porque por lo menos a Cátulo le hice un homenaje en vida. Son discos que rescatan hasta hoy, fijate que si el sello Universal quiere quedar bien con Manzi tendrá que recurrir a mí”.
“Ya vas a escuchar el arreglo que hice de Sur”, advierte Osvaldo.

Después de los espectáculos que ofrecieron en el Centro Cultural Tasso y en el Teatro Colón de Buenos Aires el año pasado, Osvaldo Piro y Susana Rinaldi actuarán juntos nuevamente.

Esta noche, serán uno de los números centrales del Festival Nacional de Tango de La Falda, junto a la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto, que abrirá la noche bajo la dirección de Atilio Stampone y luego secundará a la Rinaldi, bajo la dirección de Piro.

De esta manera Piro retorna al podio de la orquesta que dirigió durante varios años, antes de renunciar polémicamente en 2000.
“Los primeros ensayos fueron maravillosos –cuenta Piro–, fue reencontrarme con viejos amigos y músicos muy valiosos. Me conmovió el hecho de que después del primer ensayo los músicos me aplaudan”.

“En realidad, nosotros no hicimos muchas cosas juntos –dice Susana–.
Ni yo fui la cantante de la orquesta de Piro, ni él fue mi acompañante.
En la época de Magoya cada uno hacía su espectáculo y al final hacíamos algo juntos, pero no mucho más”.
Magoya era el boliche que abrimos durante varias temporadas en Mar del Plata a principios de la década de 1970 –explica Osvaldo–, por donde pasaban importantes figuras de la música popular argentina”. “Algo que nunca se repitió, eran otras épocas, teníamos la convicción de que lo que hacíamos era para todos”, agrega la Rinaldi.

“Cuando nos reunimos el año pasado tuvimos la sensación de que el afecto del público era un poco un homenaje a aquellas épocas –recuerda Susana–; fue un poco la respuesta a lo que entonces había sido posible, en favor de la música popular, de una conducta, de nuestras convicciones. Fue muy emocionante”. “Eso no tiene precio”, agrega Osvaldo.

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Vienen unos de otros

Ligia canta jazz y bossa. Su disco Baby, es la muestra de una artista sensible y de un talento especial.
Alfredo es cantor de tangos, está terminando su tercer disco y se afirma entre las voces más originales de los últimos tiempos.

“No formamos a nuestros hijos para esto, se dio con naturalidad –comenta Osvaldo–. Alfredo tuvo una época de rockero y un buen día me pidió discos del ‘Polaco’ (Goyeneche) y de Floreal Ruiz. Al poco tiempo me invitó a escucharlo en un boliche de San Telmo. Quedé sorprendido.

Ahora lo escucho y noto un crecimiento impresionante, estoy ansioso de escuchar el tercer disco. Con Ligia pasa igual, tiene una forma de decir y una voz maravillosa. Pero a estas cosas no las pongás en la nota, porque es la opinión de un padre”.

“Cuando estuve embarazada, en ambos casos, canté hasta los días previos al parto –dice Susana–. ¡Fue un poco como envenenarlos! pero salieron vacunados. Los chicos tienen el gran mérito de no esperar la bendición pública de los padres; la están peleando con gran sensatez, en disciplinas muy serias que demandan una dedicación muy fuerte; además buscan distinguirse de los parecidos que inevitablemente el público busca entre ellos y sus padres. Noto que ellos no hay vanidad, hay pasión y una personalidad bien distinta uno de otro”.

“Los viejos son dos artistas tremendos –destaca Alfredo de sus padres– y les admiro la capacidad de luchar, en todos los órdenes de la vida, no solo artístico. En general, los hijos reniegan de los padres, pero para mí hacer un juicio de ellos me cuesta un poco. No te podría decir un defecto, tal vez la hora de los reproches todavía no llegó”.

“La gran virtud de ellos es la tenacidad –interviene Ligia, que el 2 de noviembre actuará en Córdoba–; si bien yo soy de otro palo en los musical y estoy más al tanto de lo que pasa en el jazz, no puedo no reconocer que son dos grandes talentos, dos pedazos de historia del tango”. ¿Defectos? “Y... es generacional. Están muy aferrados a cómo se hacían las cosas en una época, están más arraigados a las referencias de una generación.

Eso sí, reconocen cuando se equivocan… pero podrían abrirse un poco más”, sigue Ligia. “Mi vida –interrumpe Osvaldo–, a esta edad ya no se cambia”...

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