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El argentino Hernán Piquín toma la alternativa en Madrid
JULIO BRAVO
MADRID
Julio Bocca no es únicamente un magnífico bailarín; en Argentina, una buena parte del impulso que ha vivido la danza en los últimos años se debe a su trabajo y a su ejemplo.
Y Hernán Piquín es uno de los frutos de ese impulso, además de uno de los sucesores de Bocca y uno de los bailarines argentinos de mayor proyección. En Madrid se le ha podido ver ya en varias ocasiones, siempre al lado de su ídolo y amigo, en las filas del Ballet Argentino. Es un bailarín poderoso, de un físico privilegiado y un extraordinario talento. Ahora, con Bocca entonando su larguísimo canto del cisne, Piquín toma la alternativa con un espectáculo creado para él:
«HernánBuenosAyres: Ángel y demonio»,
que estará en el escenario del teatro Albéniz del 2 al 6 de mayo.
«Lo estrenamos en noviembre en el teatro Maipo de Buenos Aires -cuenta Piquín-, y después lo hemos movido por Argentina y Uruguay. El ballet está basado en los siete pecados capitales de las novelas de Leopoldo Marechal. Un hombre desciende a un infierno, donde será guiado por una cancerbera. A través de los pecados tratará de redimirse».
El tango es parte fundamental de este espectáculo, que cuenta con música de Julián Plaza, Mariano Mores, Osvaldo Pugliese y, cómo no, Astor Piazzolla.
«A los argentinos nos llega, naturalmente, mucho más un tango que una samba -dice el bailarín-; nos motivamos mucho más. Pero es que, además, el tango está viviendo un momento extraordinario;
en Alemania, por ejemplo, existen muchísimas escuelas y muchos locales donde se baila y se toca tango. Es una música importante, y así se le está empezando a valorar, está encontrando su lugar en el mundo».
Piquín quiere dejar claro, sin embargo, que «HernánBuenosAyres» no es un espectáculo de tango al uso. «Se ha buscado conjugar los estilos, no es tango de salón. Hay clásico, neoclásico, contemporáneo... La escenografía juega un papel fundamental también en la obra».
Piquín ha contado para esta obra con dos coreógrafas, Margarita Fernández y Laura Roatta, con quienes trabajó en el que ha sido su debut cinematográfico: la película «Aniceto»,
de Leonardo Favio.
«Él es una personalidad en Argentina -explica orgulloso-; fue una auténtica sorpresa que se fijara en mí para protagonizar una de sus películas. Una mañana me llamó a mi casa y me preguntó si podía ir a hacer una prueba. Volé. Y enseguida me dijo que ya tenía protagonista. Fue algo extraordinario». Se ha encontrado feliz en esta nueva actividad.
«Resulta muy interesante; me ha ayudado que interpreto a un bailarín, y me ha resultado más cómodo, claro».
Es inevitable en cualquier conversación con Hernán Piquín referirse a Julio Bocca.
«Con él he crecido y me he hecho artista. Los bailarines argentinos le debemos muchísimo, y yo personalmente mucho más. He estado junto a él aprendiendo sobre el escenario durante varios años, y espero poder seguir su camino en el Ballet Argentino.
Me halaga muchísimo que me hayan llamado su «lugarteniente» o que digan que soy su «sucesor»; aunque él es un bailarín único, una verdadera estrella, un artista y una persona de una generosidad extremas.
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