Ricardo Carpani y Nuestra América Profunda
Por Daniel Rizza
Por Daniel Rizza
http://www.icarodigital.com.ar/numero11/elojoplastico/carpani.htm
¿Qué nos dice un artista?
Es un hecho que siempre es mucho más que lo que dicen sus palabras.
En el caso de Ricardo Carpani nos interesa no sólo su obra plástica, sino también sus escritos acerca de la relación entre arte y política.
En especial su compromiso con la realidad que le tocó vivir y, en definitiva, lo que ésta tríada de elementos nos enseña (en el sentido profundo de mostrarnos para que tomemos conciencia) acerca de nosotros mismos.
El objetivo de este trabajo es poner en palabras algo de lo que en Carpani se elabora y expone como antiguos problemas del ser argentino y latinoamericano. Para esto pondremos a dialogar parte de su obra en la línea de comprender cuánto hay de «Nuestra América», profunda y mestiza, jugando en nosotros mismos y a nuestro alrededor, tal como expresara el poeta José Martí en 1891:
«el deber urgente de nuestra América es enseñarse cómo es; una en alma e intento.»
"Quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos"
En la búsqueda de un estilo de pensar con identidad mestiza
Para comenzar con nuestro análisis, extractamos dos elementos que ofician de denominadores comunes a la serie de obras pintadas por Carpani a partir de 1990, llamada "Porteños en la jungla".
Dichos elementos son la selva y el personaje urbano. Ya desde el comienzo podemos advertir que la oposición se presta a un «juego pendular»:
extremos de la serie de categorías polares donde «el porteño», como arquetipo de lo urbano, a primera vista está alineado en el orden del ser junto a la categoría de lo racional y la pequeña historia, mientras que «la selva» pertenece al orden del estar, esto es lo irracional y la gran historia.
¿Cuál es «la selva»?
En apariencia, desde un análisis superficial, se podría decir que Carpani nos muestra una metáfora: la selva de cemento en la que vive el hombre porteño.
Sin embargo, sospechamos que esa «selva» tiene algo de literalidad, en el sentido de que hay una «jungla verdadera» que acecha con sus mitos, que está brotando desde la más profunda realidad del suelo, en los resquicios del asfalto y el hormigón, a la vuelta de la esquina.
Esta espesura, tal como nos la muestra el artista, toma un carácter totémico, pues en ella debemos responder quién regula nuestras acciones y nuestra moral.
Es la residencia de nuestros miedos pero, también, territorio de nuestra voluntad. En otras palabras, el tótem es quien nos da de comer y quien nos devora.
¿Y quién es el habitante de esta «selva»?
Siempre de gris, el hombre urbano nos muestra su mestizaje:
su aparente indiferencia es un meditar permanente, un estar en vilo, a medias creyendo.
Un «ser-deseando-ser-alguien», en la espera y fumando mientras tanto, entre el ser y el estar, entre afirmar y negar, mostrando que puede vestir "a la europea" pero que, a la par, sus rasgos delatan una identidad amerindia.
Es el conflicto entre esas dos culturas que se superponen.
"La vida –nos dice Rodolfo Kusch- es un péndulo que va de un lado al otro, y nosotros en el medio, siempre tensos, sin encontrar otro sentido fuera de ese vaivén".
El protagonista de los cuadros de Carpani toma distancia del saber, ignora y permanentemente se formula preguntas:
«¿Qué hace un tipo como yo en un lugar como éste?»,
«¿Dónde estará la parada del '60?»,
son otros títulos que integran la serie.
Las respuestas que se da desde el saber del dominio y la solución no lo convencen o, en todo caso, la realidad no le responde de manera causal.
Vuelve a preguntarse y no está seguro de que su saber de salvación lo ayude al fin y produzca un vuelco en su suerte:
¿serán efectivos sus rituales y su invocación a los ídolos?
¿Qué nos dice un artista?
Es un hecho que siempre es mucho más que lo que dicen sus palabras.
En el caso de Ricardo Carpani nos interesa no sólo su obra plástica, sino también sus escritos acerca de la relación entre arte y política.
En especial su compromiso con la realidad que le tocó vivir y, en definitiva, lo que ésta tríada de elementos nos enseña (en el sentido profundo de mostrarnos para que tomemos conciencia) acerca de nosotros mismos.
El objetivo de este trabajo es poner en palabras algo de lo que en Carpani se elabora y expone como antiguos problemas del ser argentino y latinoamericano. Para esto pondremos a dialogar parte de su obra en la línea de comprender cuánto hay de «Nuestra América», profunda y mestiza, jugando en nosotros mismos y a nuestro alrededor, tal como expresara el poeta José Martí en 1891:
«el deber urgente de nuestra América es enseñarse cómo es; una en alma e intento.»
"Quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos"
En la búsqueda de un estilo de pensar con identidad mestiza
Para comenzar con nuestro análisis, extractamos dos elementos que ofician de denominadores comunes a la serie de obras pintadas por Carpani a partir de 1990, llamada "Porteños en la jungla".
Dichos elementos son la selva y el personaje urbano. Ya desde el comienzo podemos advertir que la oposición se presta a un «juego pendular»:
extremos de la serie de categorías polares donde «el porteño», como arquetipo de lo urbano, a primera vista está alineado en el orden del ser junto a la categoría de lo racional y la pequeña historia, mientras que «la selva» pertenece al orden del estar, esto es lo irracional y la gran historia.
¿Cuál es «la selva»?
En apariencia, desde un análisis superficial, se podría decir que Carpani nos muestra una metáfora: la selva de cemento en la que vive el hombre porteño.
Sin embargo, sospechamos que esa «selva» tiene algo de literalidad, en el sentido de que hay una «jungla verdadera» que acecha con sus mitos, que está brotando desde la más profunda realidad del suelo, en los resquicios del asfalto y el hormigón, a la vuelta de la esquina.
Esta espesura, tal como nos la muestra el artista, toma un carácter totémico, pues en ella debemos responder quién regula nuestras acciones y nuestra moral.
Es la residencia de nuestros miedos pero, también, territorio de nuestra voluntad. En otras palabras, el tótem es quien nos da de comer y quien nos devora.
¿Y quién es el habitante de esta «selva»?
Siempre de gris, el hombre urbano nos muestra su mestizaje:
su aparente indiferencia es un meditar permanente, un estar en vilo, a medias creyendo.
Un «ser-deseando-ser-alguien», en la espera y fumando mientras tanto, entre el ser y el estar, entre afirmar y negar, mostrando que puede vestir "a la europea" pero que, a la par, sus rasgos delatan una identidad amerindia.
Es el conflicto entre esas dos culturas que se superponen.
"La vida –nos dice Rodolfo Kusch- es un péndulo que va de un lado al otro, y nosotros en el medio, siempre tensos, sin encontrar otro sentido fuera de ese vaivén".
El protagonista de los cuadros de Carpani toma distancia del saber, ignora y permanentemente se formula preguntas:
«¿Qué hace un tipo como yo en un lugar como éste?»,
«¿Dónde estará la parada del '60?»,
son otros títulos que integran la serie.
Las respuestas que se da desde el saber del dominio y la solución no lo convencen o, en todo caso, la realidad no le responde de manera causal.
Vuelve a preguntarse y no está seguro de que su saber de salvación lo ayude al fin y produzca un vuelco en su suerte:
¿serán efectivos sus rituales y su invocación a los ídolos?
El resultado es, entonces, nuestra conflictiva identidad mestiza, que por un momento se ha detenido en el costado del estar, del dejarse estar y mirar el vacío esperando comprender que alrededor ha crecido, devorador, nuestro propio pasado. Que no somos más que la piedra que el tiempo ha modelado y, por fin, inexorablemente, una parte del suelo.
"¿Qué hace un tipo como yo en un lugar como éste?"
El pensar seminal
El personaje se pregunta. La selva ha crecido a su alrededor, ha brotado sin que el hombre haya intervenido, él mismo ignora por qué, pero de alguna manera sabe que hay allí algún tipo de salvación.
La selva trae noticias desde el fondo de los tiempos, no obstante no hay novedad:
es tan sólo el suelo que se manifiesta.
La selva es la «América Profunda».
El personaje manifiesta su extrañeza pero sin sentirse un extraño en ese lugar.
La pregunta es casi una ironía de su parte –muy porteña-, pues sabe que de alguna manera él pertenece a ese sitio y conoce sus relatos.
Entonces somos nosotros mismos quienes estamos ahí, merced al guiño de la frase hecha (¿quién no ha pensado alguna vez en la pregunta que da título a la obra?). Formamos parte de la selva, y también del relato: ¿cómo ignorarlo?.
¿Qué hace un tipo como yo en un lugar como éste?
Ya no somos meros espectadores de la obra de arte:
Carpani ha despertado nuestro pensar indígena, somos en ella, participamos de esta obra tanto como participamos de los rituales cotidianos (como leer el diario buscando novedades).
Mientras tanto, la selva no es hostil.
¿Cómo pensar entonces que lo que nos muestra Carpani es la jungla de cemento? Sospechamos que el sentido de esta selva se aleja de la consabida metáfora. Hay algo más detrás de ella, aunque apenas hemos dado con la extremidad conciente de conceptos imponderables y, por ahora, innombrables.
Puertas abiertas, profundas raíces
Lo que nos dice un artista es mucho más de lo que encierran sus palabras.
Lo que nos deja Carpani es una puerta abierta hacia un pensar distinto, con profundas raíces en «Nuestra América», con toda la incertidumbre de lo que está por hacerse, y opuesto al pensar absoluto impuesto desde las vanguardias estéticas de los "países centrales" o, mejor dicho, desde los colonizadores-imperio-neoliberales y sus socios locales, o cualquier otra postura que pretenda presentarse e instalarse desde un supuesto «valor universal», prescindiendo del sostén que da el suelo.
Mas allá de sus intenciones, ha dejado un lugar para pensar el ser latinoamericano en un pensar total. Por una parte, a través de sus escritos, donde manifiesta un potencial, un está–por-hacerse el sueño de la revolución latinoamericana expresado en palabra que, al decir de Heidegger, es la residencia del ser, lo pensable del ser.
Por otra parte, nos muestra que además de lo pensable, está la verdad que se cumple en lo impensable del ser, allí donde el lugar de la expresión lo ocupa el silencio original de lo humano -el arte es un accceso a ello-:
la palabra grande de un pueblo que sabe que, esperando, crece.
Poner el cuerpo en las ideas (biografía de bolsillo)
"Prefiero un arte viejo que participe activamente en la creación de un hombre nuevo, antes que un arte nuevo que no modifica la situación del hombre viejo."
Sus obras contienen una ética militante desde una estética original.
No expresan solamente una visión plástica; en ellas también anida un credo.
Al contrario de los escépticos, la guía de lo que pemanece es «creer para ver». Por eso la fuerza de las figuras de Ricardo Carpani están asociadas a imágenes de resistencia y rebelión obrera, en murales y afiches que expresan lo pulsional y lo pasional de ser protagonista: poner el cuerpo en las ideas.
Había nacido un 11 de febrero del año 1930 en el partido de Tigre (provincia de Buenos Aires, Argentina). Sus primeros años, sin embargo, transcurrieron en la localidad de Capilla del Señor.
Cursó sus estudios primarios y secundarios en Capital Federal, adonde se había trasladado con sus padres a partir de 1936. Era aficionado a hacer copias a partir de su enorme habilidad para dibujar. Luego ingresó en la facultad de derecho de la Universidad de Buenos Aires, abandonándola poco después.
Para eludir el servicio militar obligatorio viajó, a los veinte años, a Europa, radicándose en París y trabajando como modelo en una academia (la Grande Chaumière). Posó desnudo y podría conjeturarse que comenzó a imbuirse en la figura anatómica, en especial de los músculos.
Descubrió su vocación y se concentró en pintar sistemáticamente.
En 1952 regresó a Buenos Aires decidido a profundizar su actividad artística ingresando en el taller de Emilio Pettoruti.
Expuso por primera vez en 1957, junto a Juan Manuel Sánchez y M. Mollari.
Amantes (en grafito sobre papel) data de 1956, y en él ya aparecen elementos de la estética carpiana en la seguridad constructiva de las figuras humanas. Huelga, de esta misma época, también participa en ello: hombres, manos apretadas, armonía de claros y oscuros que dan cohesión a los cuerpos.
En 1959 funda el «Movimiento Espartaco» junto a Juana Elena Diz, Pascual Di Bianco, Juan Manuel Sánchez, Esperilie Bute, y Carlos Sessano.
Carpani redactó el manifiesto del movimiento -que se publicó en la revista "Política" que editara por entonces por Jorge Abelardo Ramos-, y pronunció conferencias en Buenos Aires y el interior del país, pero se desvinculó en 1961 para seguir y profundizar su tarea plástica cada vez más comprometida con las luchas del movimiento obrero.
En Desocupados (1964) los trazos aparecen más estilizados y la preocupación en los rostros se concentra en los ojos que serán, más adelante, el eje de varias composiciones. Realizó también numerosos murales en locales sindicales, a la vez que en los temas pasionales, como Amantes (1964), las enérgicas imágenes van adquiriendo tonos cálidos.
Su concepción estética se inserta en la corriente del muralismo latinoamericano ( junto a los mexicanos, Portinari, Guayasamín y Spilimbergo, entre otros) oponiéndose a la tendencia abstractizante de la época, a las vanguardias, así como también al «realismo socialista».
Su actividad ligada a los sindicatos le permite concretar la idea de una imagen al servicio de las luchas concretas de los trabajadores argentinos, con un sentido latinoamericano y revolucionario.
En 1966 y 1969 viajó a Europa donde participó de muestras colectivas.
En 1972 viajó al Chile socialista de Salvador Allende y a Cuba para sendos encuentros de artistas plásticos, y en 1974 nuevamente a Europa, de donde ya no puede regresar:
en Argentina se derechiza el tercer gobierno peronista, por lo que debió comenzar un largo exilio de 10 años. Durante éste, Carpani «barroquiza» sus producciones: se sobrecargan los dibujos, donde es notable una minuciosa precisión en las contexturas corporales y en las articulaciones de las manos y dedos, al tiempo que incorpora caballos en las obras (Hombre con caballo, 1976).
1984 lo tuvo de regreso en el país, abriendo una nueva etapa de vida artística. Las 40 (1985), de la Serie Tango, expresa la potencialidad alcanzada en los gestos y en la temática porteña, que desarrollará ampliamente en los '90 a través de las composiciones que analizamos más arriba, y también en la Serie Tango Pasión.
Como colofón artístico, citamos al Martín Fierro que condensa varios estudios previos de Carpani: el gaucho, de poncho colorado, aparece tocando la guitarra mientras se suceden distintas secuencias del poema de Hernández como los duelos, la huida al desierto, la muerte de Cruz, la mujer cautiva con la que regresa, etc.
La plasticidad alcanzada parece estar en su cénit: el nervio riguroso que anima a las figuras exalta el refinamiento de los colores, dentro de las pautas establecidas de la línea. La obra está instalada en la Casa Rosada del gobierno argentino.
Ricardo Carpani fue declarado ciudadano ilustre de la
ciudad de Buenos Aires en 1996.
Murió en ella al año siguiente. La Fundación Ricardo Carpani, dirigida por su compañera Doris Halpin, continúa dando a conocer la obra y el pensamiento de este gran artista argentino.
Bibliografía
FERNANDEZ RETAMAR,ROBERTO: CALIBAN, Apuntes sobre la cultura de nuestra america. Ed. La Pléyade, Buenos Aires, s/f.
HABER, ABRAHAM Y OTROS. LA PINTURA ARGENTINA. Cuadernos De Arte Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1985.
KUSCH RODOLFO: INDIOS, PORTEÑOS Y DIOSES, Secretaría de Cultura de la Nación /Editorial Biblos, Buenos Aires, 1994.
KUSCH, RODOLFO: ESBOZO DE UNA ANTROPOLOGIA FILOSÓFICA AMERICANA. Editorial Castañeda, Buenos Aires, 1978.
MARTÍ, JOSÉ: NUESTRA AMÉRICA (1891), en "Obras Escogidas", Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1992.
VINCENT, MANUEL Y SQUIRRU MANUEL, CARPANI, Ollero y Ramos Editores, Madrid, 1994.
RICARDO CARPANI: ARTE Y REVOLUCIÓN EN AMERICA LATINA, Editorial Coyoacán. Buenos Aires, 1961.
SOCIEDAD ARGENTINA DE ARTISTAS PLÁSTICOS (SAAP), número especial Ricardo Carpani, abril de 1999.
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