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¿Quién era Alfredo Palacios?
El 20 de abril de 1965 moría Alfredo Palacios, en uno de los tiempos constitucionales de nuestro país.
Lejos de preocuparse por escalar posiciones, prefirió defender su verdad, y para doctorarse elevó su tesis sobre “La miseria en la República Argentina”, rechazada por la Facultad de Derecho en 1901.
Siguiendo la opinión de José Luis Romero, Palacios vivió atraído por dos polos: la política y la universidad.
Tres veces diputado nacional y tres veces senador de la nación, con su vasta acción parlamentaria, constituyó el paradigma del legislador latinoamericano indiscutido y respetado por todos los pueblos y tierras al sur del río Grande.
En 1904 se constituyó en el primer legislador socialista de América al incorporarse por primera vez al Parlamento Argentino, arribando en un carro acompañado por trabajadores de La Boca.
En 1918 adhirió y apoyó el hecho cultural más importante de América Latina: la Reforma Universitaria, junto a Alejandro Korn, José Ingenieros y Juan B. Justo.
La trascendencia de este movimiento, que repercutió en América Latina, fue vislumbrada por los grandes de nuestra tierra que, como Hipólito Irigoyen, desafiando los intereses retrógrados del país, aprobó los nuevos estatutos reformistas de las universidades y estimuló la acción de la juventud.
Alfredo Palacios, legislador fundacional de la justicia social en lucha constante contra el fetichismo liberal en lo económico, trató de mantener bajo el manto de la libertad la explotación de los trabajadores y del pueblo por el capital, expresaba: “ el liberalismo económico está superado debido al desarrollo de las combinaciones industriales y financieras, cuyo poder debe subordinarse al interés de la colectividad”.
Creó en 1919 la cátedra de Legislación del Trabajo y fue en nuestro país el gran promotor del Derecho del Trabajo, cuyos principios sintetizó en 1920 en el Nuevo Derecho que es el derecho de los que trabajan y no el viejo derecho que es el derecho de los que poseen.
Formado en la metodología científica y objetiva del socialismo, no se quedó en el enunciado abstracto de la justicia social sino que descendió al estudio concreto de los resultados del trabajo expoliador y exhaustivo, exponiendo en su obra “La Fatiga” el resultado de sus investigaciones en los talleres del Riachuelo.
Este estudio fue durante años, pionero en el mundo en materia de fisiología del trabajo, y obtuvo uno de sus argumentos básicos en su lucha por la limitación de la jornada de trabajo que recién adquiriría la categoría de ley en 1929.
La Facultad de Derecho de La Plata y de Buenos Aires fueron su principal escenario. En ambas, con el apoyo de los estudiantes, alcanzó el Decanato, al que debió renunciar en 1930 ante el Golpe de Estado de Uriburu, ya que el golpismo en su pensamiento siempre existió como una expresión ruin y perniciosa.
Su pasión por la justicia social no se limitaba a la Avenida General Paz, y en las primeras décadas del siglo XX llegó a Chaco, Corrientes, La Rioja, Catamarca, Santiago del estero, Tucumán, Salta y Jujuy.
Allí estuvo cara a cara con las condiciones de trabajo de los obrajes, de los ingenios, del algodón, de las mujeres en sus telares, de la infancia desnutrida.
Allí nació su proyecto de ley de creación de Hogares Escuelas (ley 12.558) y sus obras “Pueblos desamparados” y “El dolor argentino”.
Como defensor de la democracia siempre confió en el protagonismo de los argentinos para solucionar los problemas argentinos. Así, al abogar por la nacionalización del petróleo defendió la participación de los sectores sociales involucrados, en la administración y control de dicha actividad: el Estado, los obreros, los empleadores y los consumidores.
Junto a Ingenieros fundó la Unión Latinoamericana que la sentía profundamente hacia el pasado cuando en 1913 propuso ante el Congreso la condonación de la deuda de guerra y la devolución de los trofeos de guerra al Paraguay; cuando fue solidario con la lucha de Sandino contra Somoza, con la lucha del pueblo guatemalteco y con el conflicto del pueblo cubano contra Batista.
Hombre de su tiempo, participó en todas las acciones de la lucha antiimperialista en nuestra tierra y en el continente, pero todas sus ideas de emancipación universal jamás le impidieron tener un apego y un amor sin límites a su tierra.
Cuando en el país flaqueaba la confianza en nuestras posibilidades aeronáuticas, no vaciló en acompañar personalmente a Jorge Newbery en una de sus peligrosas y primitivas ascensiones en globo sobre el Plata.
Su pasión nacional lo llevó a introducir las primeras banderas celestes y blancas en las celebraciones del 1º de Mayo, que hasta ese entonces se enarbolaban solamente banderas rojas traídas por los trabajadores de Europa arribados como inmigrantes a nuestra tierra.
No vaciló en reivindicar desde el Senado nuestra soberanía sobre las Islas Malvinas y, al decir de José Luis Romero “no descansó hasta hallar raíces argentinas a su socialismo, y las creyó encontrar en el Dogma Socialista de Esteban Echeverría dando lugar a su documentada obra sobre el Albacea de la Revolución de Mayo”
Había nacido el 10 de agosto de 1878 y en un día de abril de 1965 se despedía de su Patria querida; todavía le debemos su justiciero monumento funerario, mientras tanto, sus restos yacen en tumba prestada.
FUENTE: Cámara de Diputados de la Nación. Reseña de Labor Parlamentaria.
Dip. Nac. Guillermo Estévez Boero. 1988.
http://www.historiapolitica.diarioelzonda.com.ar/historia/historia3.htm
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¿Quién era Alfredo Palacios?
El 20 de abril de 1965 moría Alfredo Palacios, en uno de los tiempos constitucionales de nuestro país.
Lejos de preocuparse por escalar posiciones, prefirió defender su verdad, y para doctorarse elevó su tesis sobre “La miseria en la República Argentina”, rechazada por la Facultad de Derecho en 1901.
Siguiendo la opinión de José Luis Romero, Palacios vivió atraído por dos polos: la política y la universidad.
Tres veces diputado nacional y tres veces senador de la nación, con su vasta acción parlamentaria, constituyó el paradigma del legislador latinoamericano indiscutido y respetado por todos los pueblos y tierras al sur del río Grande.
En 1904 se constituyó en el primer legislador socialista de América al incorporarse por primera vez al Parlamento Argentino, arribando en un carro acompañado por trabajadores de La Boca.
En 1918 adhirió y apoyó el hecho cultural más importante de América Latina: la Reforma Universitaria, junto a Alejandro Korn, José Ingenieros y Juan B. Justo.
La trascendencia de este movimiento, que repercutió en América Latina, fue vislumbrada por los grandes de nuestra tierra que, como Hipólito Irigoyen, desafiando los intereses retrógrados del país, aprobó los nuevos estatutos reformistas de las universidades y estimuló la acción de la juventud.
Alfredo Palacios, legislador fundacional de la justicia social en lucha constante contra el fetichismo liberal en lo económico, trató de mantener bajo el manto de la libertad la explotación de los trabajadores y del pueblo por el capital, expresaba: “ el liberalismo económico está superado debido al desarrollo de las combinaciones industriales y financieras, cuyo poder debe subordinarse al interés de la colectividad”.
Creó en 1919 la cátedra de Legislación del Trabajo y fue en nuestro país el gran promotor del Derecho del Trabajo, cuyos principios sintetizó en 1920 en el Nuevo Derecho que es el derecho de los que trabajan y no el viejo derecho que es el derecho de los que poseen.
Formado en la metodología científica y objetiva del socialismo, no se quedó en el enunciado abstracto de la justicia social sino que descendió al estudio concreto de los resultados del trabajo expoliador y exhaustivo, exponiendo en su obra “La Fatiga” el resultado de sus investigaciones en los talleres del Riachuelo.
Este estudio fue durante años, pionero en el mundo en materia de fisiología del trabajo, y obtuvo uno de sus argumentos básicos en su lucha por la limitación de la jornada de trabajo que recién adquiriría la categoría de ley en 1929.
La Facultad de Derecho de La Plata y de Buenos Aires fueron su principal escenario. En ambas, con el apoyo de los estudiantes, alcanzó el Decanato, al que debió renunciar en 1930 ante el Golpe de Estado de Uriburu, ya que el golpismo en su pensamiento siempre existió como una expresión ruin y perniciosa.
Su pasión por la justicia social no se limitaba a la Avenida General Paz, y en las primeras décadas del siglo XX llegó a Chaco, Corrientes, La Rioja, Catamarca, Santiago del estero, Tucumán, Salta y Jujuy.
Allí estuvo cara a cara con las condiciones de trabajo de los obrajes, de los ingenios, del algodón, de las mujeres en sus telares, de la infancia desnutrida.
Allí nació su proyecto de ley de creación de Hogares Escuelas (ley 12.558) y sus obras “Pueblos desamparados” y “El dolor argentino”.
Como defensor de la democracia siempre confió en el protagonismo de los argentinos para solucionar los problemas argentinos. Así, al abogar por la nacionalización del petróleo defendió la participación de los sectores sociales involucrados, en la administración y control de dicha actividad: el Estado, los obreros, los empleadores y los consumidores.
Junto a Ingenieros fundó la Unión Latinoamericana que la sentía profundamente hacia el pasado cuando en 1913 propuso ante el Congreso la condonación de la deuda de guerra y la devolución de los trofeos de guerra al Paraguay; cuando fue solidario con la lucha de Sandino contra Somoza, con la lucha del pueblo guatemalteco y con el conflicto del pueblo cubano contra Batista.
Hombre de su tiempo, participó en todas las acciones de la lucha antiimperialista en nuestra tierra y en el continente, pero todas sus ideas de emancipación universal jamás le impidieron tener un apego y un amor sin límites a su tierra.
Cuando en el país flaqueaba la confianza en nuestras posibilidades aeronáuticas, no vaciló en acompañar personalmente a Jorge Newbery en una de sus peligrosas y primitivas ascensiones en globo sobre el Plata.
Su pasión nacional lo llevó a introducir las primeras banderas celestes y blancas en las celebraciones del 1º de Mayo, que hasta ese entonces se enarbolaban solamente banderas rojas traídas por los trabajadores de Europa arribados como inmigrantes a nuestra tierra.
No vaciló en reivindicar desde el Senado nuestra soberanía sobre las Islas Malvinas y, al decir de José Luis Romero “no descansó hasta hallar raíces argentinas a su socialismo, y las creyó encontrar en el Dogma Socialista de Esteban Echeverría dando lugar a su documentada obra sobre el Albacea de la Revolución de Mayo”
Había nacido el 10 de agosto de 1878 y en un día de abril de 1965 se despedía de su Patria querida; todavía le debemos su justiciero monumento funerario, mientras tanto, sus restos yacen en tumba prestada.
FUENTE: Cámara de Diputados de la Nación. Reseña de Labor Parlamentaria.
Dip. Nac. Guillermo Estévez Boero. 1988.
http://www.historiapolitica.diarioelzonda.com.ar/historia/historia3.htm
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