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IX Festival Buenos Aires Tango
• 20:30 hs. La Rural
(Av. Santa Fe y Av. Sarmiento)
Omar Giammarco Quinteto
Adelantando temas de su próximo disco
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Malena Muyala: Presentando su nuevo disco:
Viajera
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Malena Muyala
Entrevista a Malena Muyala por
Guillermo Anad
http://www.abctango.com/notas/2000/malena.php
"Al silencio le gustaba escuchar la música; oía hasta la última resonancia y después se quedaba pensando en lo que había escuchado. Sus opiniones tardaban. Pero cuando el silencio ya era de confianza, intervenía en la música: pasaba entre los sonidos como un gato con su gran cola negra y los dejaba llenos de intenciones" Felisberto Hernández
Escuchando "Temas pendientes", el CD de la uruguaya Malena Muyala, siento que estoy frente a un fenómeno distinto dentro del panorama actual del canto rioplatense:
Malena es uno de esos raros casos de la lírica en que un artista no deja de cantar para decir ni deja de decir por el hecho de estar cantando.
Ciertamente, la voz de Malena es un espacio en el que germinan todas las significaciones del texto. En otras palabras, es el fenómeno que Roland Barthes denominaba el geno-canto: el volumen de la voz que canta y dice desde la garganta.
Y es ahí donde estalla la significancia. Y es ahí donde empiezo a replantearme todo: ¿qué es la música con respecto al texto?
El arte de Malena me contesta: es una cualidad (o atributo) del lenguaje. Pero esta cualidad del lenguaje no tiene nada que ver con las ciencias del lenguaje (poética, retórica, semiología), pues al volverse cualidad (o atributo), la parte del lenguaje promovida es lo que éste no dice, lo que no se articula.
En lo no-dicho es donde se alojan el goce, la ternura, el deseo, la delicadeza, la satisfacción, los más delicados valores de lo Imaginado.
La música es a la vez lo expreso y lo implícito en el texto:
lo que está pronunciado (sometido a inflexiones), pero no-articulado. Por eso lo llamativo en Malena es la pronunciación y no tanto la articulación:
y si el Polaco Goyeneche estiraba las consonantes, Malena alarga su voz en las vocales: esas vocales que parecen acunar todo el sentido de una frase.
También es lo suyo el anticanto en el sentido de que su voz recorre una variedad de timbres que la escolástica de la lírica difícilmente acepte.
No se trata de una voz pareja, uniforme, sino de una voz viva: en una frase de Malena -por ejemplo- "!Garúa!,... solo y triste por la acera va este corazón transido con tristeza de tapera..."- es posible reconocer cómo la melodía va pasando por distintos instrumentos:
de un violín a una viola y de ésta a un cello para volver quizás en un oboe, adquiriendo así la tan deseada (y deseable) unidad en la diversidad.
Y a propósito de Garúa, recordemos que está interpretado en versión de voz y cello (éste a cargo de Juan Rodríguez, quien también hizo el arreglo). Esta formación nos remite al Mano a mano de Caetano Veloso con Jaques Morelenbaum.
Ambos arreglos tienen reminiscencias bachianas, pero a mi juicio el de Rodríguez es mucho más sólido. Es más, es un arreglo de una secreta complejidad, lleno de sutilezas y potenciado con el perfecto trabajo de unidad entre la voz y el cello. En cambio, el de Morelenbaum con Caetano suena más bien a improvisación.
Por último, le propongo al lector lo siguiente: escuchar la Sarabanda de la Suite V para cello solo de Bach y luego esta versión camarística que logran Malena y Rodríguez: acaso la memoria irá en busca de las garúas perdidas.
A esta altura quiero señalar una paradoja que atraviesa toda la historia del arte tanguístico y es la siguiente: una y otra vez en toda la literatura del tango -entre los críticos más variados- se concibe como especial distinción el hecho de que un instrumentista tenga un sonido parecido a la voz humana, como por ejemplo, el fueye de Aníbal Troilo.
Pero, por otra parte, no se le puede decir a un cantante nada más halagador que aquello de "frasea como un bandoneón", es decir, que trata a su voz "como si fuera un instrumento".
¿Qué otra cosa sino quería decir Manzi con su frase "... tiene pena de bandoneón?" Ahora bien, esta Malena de hoy, nos deja en off-side con respecto a este tema.
En ella ya no se trata ni siquiera de imitar un instrumento. En fin, Malena canta el tango sí, como ninguna. Claro. Pero también hay algo más: Malena canta el tango como se escribe, como si estuviera escribiendo lo que canta. ¿Por qué? Porque Malena conmueve sin apelar a los clichés de la expresión de algunos tangueros.
Todo el arte de Malena reside en las letras, en su manera de pronunciarlas, de inscribirlas en la memoria afectiva de su oyente. Más que expresivo su canto es conmovedor.
Un claro ejemplo de esto es su final de Los mareados: final despojado que conmueve por su ausente presencia, "mueve algo en la cadena del significante": por algo decía Edmundo Rivero que "no se canta con el capital sino con los intereses".
Y de la misma manera que en Heifetz, en Francini y Pablo Casals escucho el tamborilleo de la yema de sus dedos sobre la tastiera, en Malena escucho el "grano" de su voz contra la letra. El grano de la voz que es su cuerpo, su otro cuerpo.
Entrevista a Malena Muyala por
Guillermo Anad
http://www.abctango.com/notas/2000/malena.php
"Al silencio le gustaba escuchar la música; oía hasta la última resonancia y después se quedaba pensando en lo que había escuchado. Sus opiniones tardaban. Pero cuando el silencio ya era de confianza, intervenía en la música: pasaba entre los sonidos como un gato con su gran cola negra y los dejaba llenos de intenciones" Felisberto Hernández
Escuchando "Temas pendientes", el CD de la uruguaya Malena Muyala, siento que estoy frente a un fenómeno distinto dentro del panorama actual del canto rioplatense:
Malena es uno de esos raros casos de la lírica en que un artista no deja de cantar para decir ni deja de decir por el hecho de estar cantando.
Ciertamente, la voz de Malena es un espacio en el que germinan todas las significaciones del texto. En otras palabras, es el fenómeno que Roland Barthes denominaba el geno-canto: el volumen de la voz que canta y dice desde la garganta.
Y es ahí donde estalla la significancia. Y es ahí donde empiezo a replantearme todo: ¿qué es la música con respecto al texto?
El arte de Malena me contesta: es una cualidad (o atributo) del lenguaje. Pero esta cualidad del lenguaje no tiene nada que ver con las ciencias del lenguaje (poética, retórica, semiología), pues al volverse cualidad (o atributo), la parte del lenguaje promovida es lo que éste no dice, lo que no se articula.
En lo no-dicho es donde se alojan el goce, la ternura, el deseo, la delicadeza, la satisfacción, los más delicados valores de lo Imaginado.
La música es a la vez lo expreso y lo implícito en el texto:
lo que está pronunciado (sometido a inflexiones), pero no-articulado. Por eso lo llamativo en Malena es la pronunciación y no tanto la articulación:
y si el Polaco Goyeneche estiraba las consonantes, Malena alarga su voz en las vocales: esas vocales que parecen acunar todo el sentido de una frase.
También es lo suyo el anticanto en el sentido de que su voz recorre una variedad de timbres que la escolástica de la lírica difícilmente acepte.
No se trata de una voz pareja, uniforme, sino de una voz viva: en una frase de Malena -por ejemplo- "!Garúa!,... solo y triste por la acera va este corazón transido con tristeza de tapera..."- es posible reconocer cómo la melodía va pasando por distintos instrumentos:
de un violín a una viola y de ésta a un cello para volver quizás en un oboe, adquiriendo así la tan deseada (y deseable) unidad en la diversidad.
Y a propósito de Garúa, recordemos que está interpretado en versión de voz y cello (éste a cargo de Juan Rodríguez, quien también hizo el arreglo). Esta formación nos remite al Mano a mano de Caetano Veloso con Jaques Morelenbaum.
Ambos arreglos tienen reminiscencias bachianas, pero a mi juicio el de Rodríguez es mucho más sólido. Es más, es un arreglo de una secreta complejidad, lleno de sutilezas y potenciado con el perfecto trabajo de unidad entre la voz y el cello. En cambio, el de Morelenbaum con Caetano suena más bien a improvisación.
Por último, le propongo al lector lo siguiente: escuchar la Sarabanda de la Suite V para cello solo de Bach y luego esta versión camarística que logran Malena y Rodríguez: acaso la memoria irá en busca de las garúas perdidas.
A esta altura quiero señalar una paradoja que atraviesa toda la historia del arte tanguístico y es la siguiente: una y otra vez en toda la literatura del tango -entre los críticos más variados- se concibe como especial distinción el hecho de que un instrumentista tenga un sonido parecido a la voz humana, como por ejemplo, el fueye de Aníbal Troilo.
Pero, por otra parte, no se le puede decir a un cantante nada más halagador que aquello de "frasea como un bandoneón", es decir, que trata a su voz "como si fuera un instrumento".
¿Qué otra cosa sino quería decir Manzi con su frase "... tiene pena de bandoneón?" Ahora bien, esta Malena de hoy, nos deja en off-side con respecto a este tema.
En ella ya no se trata ni siquiera de imitar un instrumento. En fin, Malena canta el tango sí, como ninguna. Claro. Pero también hay algo más: Malena canta el tango como se escribe, como si estuviera escribiendo lo que canta. ¿Por qué? Porque Malena conmueve sin apelar a los clichés de la expresión de algunos tangueros.
Todo el arte de Malena reside en las letras, en su manera de pronunciarlas, de inscribirlas en la memoria afectiva de su oyente. Más que expresivo su canto es conmovedor.
Un claro ejemplo de esto es su final de Los mareados: final despojado que conmueve por su ausente presencia, "mueve algo en la cadena del significante": por algo decía Edmundo Rivero que "no se canta con el capital sino con los intereses".
Y de la misma manera que en Heifetz, en Francini y Pablo Casals escucho el tamborilleo de la yema de sus dedos sobre la tastiera, en Malena escucho el "grano" de su voz contra la letra. El grano de la voz que es su cuerpo, su otro cuerpo.
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