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lunes, 9 de abril de 2007

Eduardo Escaris Méndez - Un tango casi autobiográfico en lunfardo - - - Barajando










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Eduardo Escaris Méndez

- Un tango casi autobiográfico en lunfardo

- - Barajando



Hugo Gregorutti
http://www.eldiariodeparana.com.ar/textocomp.asp?id=118096

Según conclusiones extraídas de distintos estudios en la materia, se pueden seleccionar cuatro tangos lunfardos por excelencia:

El ciruja (letra de Francisco Alfredo Marino),
Cartón junao (de Carlos Waiss),
Uno y uno (de Lorenzo Juan Traverso) y
Barajando (de Eduardo Escaris Méndez).

Al autor citado en último término y a su obra, nos referimos en esta evocación, a medio siglo de su desaparición física.

Poco ha trascendido en realidad sobre la vida y trayectoria de Escaris Méndez y, además, prácticamente no han quedado archivos fotográficos que permitan conocer su fisonomía.

Pero en los versos de Barajando se puede advertir que el autor refleja en el personaje algunos rasgos personales propios.

DE AVERIA

En su libro Conversando tangos (A. Peña Lillo Editor, 1976), José Gobello (presidente de la Academia Porteña del Lunfardo), revela en un párrafo:

“Este mozo Escaris Méndez murió a los 69 años.
Era hijo de un almacenero español de San Telmo y le tiraba el malandrinaje.
Se decía discípulo de Andrés Cepeda, el famoso poeta ladrón, que murió amasijado de una puñalada en la busarda, el 30 de marzo de 1910, en Paseo Colón, entre Venezuela y México, a los 31 años, aunque de acuerdo al acta de defunción parecía tener 40.

Silverio Manco afirma que Andrés Cepeda había nacido en 1879 y que tuvo su primera entrada en la policía cuando sólo contaba con 15 años, el 14 de octubre de 1894, por lesiones”.

A los datos aludidos sobre Cepeda, se suma vasta información referida a ese tenebroso personaje suburbano, aportada por Miguel Angel Lafuente a la Academia Porteña del Lunfardo, corporación de la que es individuo de número.

Dicha historia señala que Escaris Méndez vivió más que su maestro y que no lo mató el acero de un puñal. Murió como Pascual Contursi y como Dante A. Linyera, en un manicomio, en el Hospicio de las Mercedes.

ESCRITOR

En relación a su inclinación por el tango y la noche del suburbio porteño, Escaris Méndez ya en su juventud había alternado la poesía con el tapete y, denotando la misma destreza con que escribía, peinaba la baraja.

Distintos periódicos publicaron sus versos y así, desperdigados, se le hizo imposible reunirlos en un volumen, como se lo proponía.

En 1941 terminó el libro Ya que en la España me encuentro, e intentó el teatro con poca fortuna.

Su entusiasmo por las letras lo llevó a escribir para la canción popular, publicando en 1920
Tus aros criollos, un estilo con música de Alfredo Casella.

Así se hizo conocer y pudo relacionarse para colaborar con renombrados compositores.

Barajando y En la vía han sido sus tangos de mayor trascendencia, ambos con música de Nicolás Vaccaro, el segundo estrenado por Rosita Quiroga, todo un espaldarazo para el autor.
La citada cancionista colaboró después con la música para el tango Campaneando la vejez y le grabó otro de su producción: Vieja daga.

MÁS OBRAS

A los títulos citados hay que agregar otros tangos con letra de Escaris Méndez:
Medianoche (música de Alberto Tavarozzi), La cornetita y Así canto yo (ambos con Graciano de Leone). Además, el vals La pena del payador (con los hermanos Servidio); la canción criolla La rodada (música de Eduardo Bonessi) de la cual hiciera toda una creación el cantor Alberto Marino.

Entre otras composiciones menos recordadas, podemos citar los tangos Funyi claro (con Vaccaro), Alta clase y La Boca está de fiesta; como así los valses Mi Azucena y Como aman los gauchos (ambos grabados por Corsini).

Cultivó cierta amistad con Gardel a quien le llevó buena cantidad de obras para que las interpretara, de las cuales El Zorzal eligió varias.

Convertido en librero, se lo vio en sus últimos años en un puesto en Plaza de Mayo, cerca del Cabildo.

RUBRO AUTORAL

Sin duda, lo mejor de Escaris Méndez fue compuesto en colaboración con el pianista Nicolás Vaccaro, a quien conoció cuando éste tocaba con el cuarteto de Graciano de Leone.

Y así elaboraron Barajando, el que según el copyright data de 1923.

“De ser así -dice Gobello- se podría establecer que precede a El ciruja en la puja por saber cuál fue el primer tango lunfardo, lo que se dice lunfardo”.

Agrega que “Barajando no es un himno a la peca, como podría suponer quien lo leyera superficialmente o lo escuchara a la ligera. Creo, eso sí, que es un tango casi autobiográfico, porque no sólo alude a su actividad cuasi profesional de timbero, apadrinado por caudillos políticos y comisarios complacientes, sino también a su ancestro almaceneril.

Todo el tango es, por lo demás, una extensa y graciosa alegoría y lo que viene a decir el autor es que, después de haber hecho la mosqueta, éxitosamente, a un nutrido enjambre de otarios, terminó siendo currado él mismo, aunque no en la carpeta, sino en el amor.

Y la letra termina, como casi todas, con una moraleja”.

Eduardo Escaris Méndez nació en Buenos Aires el 24 de julio de 1888 y murió en la misma ciudad el 13 de abril de 1957.

Una obra de arte

Como en las viejas películas, en el tango el bien triunfa siempre y el mal es castigado.

Algún día habrá que escribir un ensayo sobre la ética de la letras tangueras.

“Con las historias que propone el tango Barajando -dice José Gobello-, se podría establecer la diferencia entre lo temporal y lo eterno. Por supuesto, Escaris Méndez emplea un lenguaje muy especial, mezcla de lunfardo y de jerga de los pequeros.

Por eso, no siempre se entiende lo que quiere decir, aunque lo que no se entiende se intuye de todos modos”.

“En materia de arte –agrega el presidente de la Academia Porteña del Lunfardo-, la comprensión, la intelección textual tiene menos importancia que la corriente de comunicación que se establece entre el artista y el público. Y esta letra es una obra de arte”.


Barajando

Tango – 1923

Con las cartas de la vida por mitad bien marquilladas,
como guillan los malandros carpeteros de cartel,
mi experiencia timbalera y las treinta bien fajadas,
me largué por esos barrios a encarnar el espinel.
Ayudado por mi cara de galaico almacenero
trabajándose a la serva de una familia de bien,
y mi anillo de hojalata con espejo vichadero,
me he fritado muchos vivos, como ranas al sartén.

Pero, en cambio, una percanta que me tuvo rechiflado
y por quien hasta de espaldas con el lomo caminé,
me enceró con un jueguito tan al lustre preparado
que hasta el pelo de las manos de cabrero me arranqué.
Mientras yo tiraba siempre con la mula bien cinchada,
ella, en juego con un coso mayorengo y gran bacán,
se tomaba el Comte Rosso, propiamente acomodada,
y en la lona de los giles me tendió en el cuarto round.

Me la dieron como a un zonzo, pegadita con saliva,
mas mi cancha no la pierdo por mal juego que se dé
y, si he quedao arañando como gato panza arriba,
me consuelo embolsicando la experiencia que gané.
En el naipe de la vida, cuando cartas son mujeres,
aunque lleve bien fajadas pa’l amor las treinta y tres,
es inútil que se prendan al querer con alfileres,
si la mina no es de un paño, derechita y sin revés

GLOSARIO

Guillan: de estafar, obtener ganancias con engaños.
Serva: sirvienta, doméstica.
Vichadero: lugar apartado para observar movimientos.
Mayorengo: persona con autoridad, con mando.
Comte Rosso: buque.

Grabaciones

Este tango fue estrenado en el porteño cine Metropol, por la orquesta dirigida por Roque Biafore.

Carlos Gardel lo grabó el 11 de diciembre de 1929 con las guitarras de Aguilar y Barbieri.

El cantor Alberto Echagüe realizó excelente interpretación en los años 50 con la orquesta de Juan D’Arienzo, registrada por el sello Víctor, reproducida en CD titulado “Joyas del lunfardo”, editada en 1996 por BMG Ariola Argentina.

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